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La protección del manto de la Soledad

La iglesia de San Pedro acoge la festividad de la Virgen de Cimadevilla, cubierta con una prenda de inicios del siglo XX que sobrevivió a la Guerra

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Festividad de la Virgen de la Soledad en Gijón

Con un manto azul noche y bordados en oro elaborado a principios del siglo XX, la Soledad, una de las vírgenes de Cimadevilla, vivió ayer su primera festividad lejos de su capilla en el barrio alto para ser venerada en la iglesia parroquial de San Pedro, cuya mayor amplitud permite el rezo a más feligreses cumpliendo con las medidas sanitarias impuestas por el coronavirus. "Lo que está quedando este año de las fiestas son las celebraciones litúrgicas, y es muy importante mantenerlas", reflexionó ayer el sacerdote adscrito a la parroquia, José Antonio Álvarez Álvarez, que ofició ayer los actos religiosos en honor a esta marinera advocación de María.

La celebración, que empezó a las once de la mañana y contó con una notable afluencia de fieles, estuvo presidida por la imagen de Nuestra Señora de La Soledad. Los cofrades de la Hermandad de la Santa Misericordia fueron los encargados de vestirla para la ocasión. Eligieron para la ocasión un manto que luce tradicionalmente la Virgen Dolorosa en la procesión del Encuentro, que se celebra en Miércoles Santo. "Es uno de los históricos mantos que afortunadamente se salvaron de la destrucción de la primitiva iglesia de San Pedro durante la Guerra Civil", desvela Ignacio Alvargonzález, hermano mayor de la cofradía.

El manto azul noche -junto a otro mayor, en negro, que en su día regaló la Infanta Isabel de Borbón (La Chata) y que lleva la virgen Dolorosa en Viernes Santo- se "encontraban protegidos en casas de particulares" cuando se inició la contienda, y es por ello que lograron salvarse de la quema y seguir siendo utilizados en la actualidad, confirma Alvargonzález.

La misa "contó con la participación de mucha gente, igual que el año pasado", confirma José Antonio Álvarez, que ya el año pasado celebró esta misma homilía en la capilla de la calle de la Soledad, en Cimadevilla. "Fue una idea acertada traer la celebración a San Pedro; tiene una gran tradición, una gran fuerza y unos feligreses que luchan porque se mantenga esta festividad religiosa", confiesa el sacerdote, deseoso de que la liturgia regrese a la capilla de la Soledad.

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