Miles de alumnos gijoneses de Educación Infantil y Primaria comenzaron esta semana un curso marcado de principio a fin por la incertidumbre debido a la pandemia de coronavirus. Y lo mismo harán este lunes y martes, respectivamente, los de Secundaria y Bachillerato. Esta vuelta a los colegios se ha producido, en líneas generales, con normalidad tras las quejas de muchos padres y profesores por la planificación del Principado, que se vio incluso obligado a retrasar las clases. Aunque también ha habido incidentes, algunos relacionados con la gestión del Ayuntamiento, que es la Administración competente en el mantenimiento de muchos de los centros, en la organización de la movilidad en sus accesos y en el demandado servicio de comedor. Buena parte de estos problemas tienen fácil solución, pero no ocultan cierta ineficiencia y falta de previsión.

Las medidas municipales para garantizar la distancia social a las puertas de los colegios sí han funcionado, salvo en casos muy concretos, en esta primera semana lectiva, gracias a que el gobierno local diseñó a principios de mes un plan adaptado a las necesidades de cada centro y basado en la colocación de bolardos, la eliminación de aparcamientos y el trazado de "rutas seguras". Según el testimonio de los docentes y de las familias, la gran mayoría de los niños se ha adaptado con facilidad a las nuevas instrucciones. Además, las concejalías de Obras Públicas y Movilidad anunciaron hace unos días una batida para revisar las señalizaciones recién colocadas, con el ánimo de solventar los posibles desajustes o mejorar la lucha para evitar contagios.

Mucho peor han echado a rodar los comedores en los colegios públicos, que usan alrededor de 1.500 niños en la ciudad. Durante los primeros días de curso, un grupo significativo de pequeños se quedó sin el servicio debido a graves fallos en el programa informático para la inscripción. Algunos alumnos no figuraban en las listas oficiales, otros estaban vinculados a centros a los que no pertenecen e incluso se dieron problemas con la organización de las esperas entre las clases y el almuerzo. El concejal de Educación tuvo que salir al paso de las críticas de las familias tras una reunión de urgencia con la empresa encargada del catering, prometiendo que todas las incidencias estarán resueltas "lo antes posible". Anunció además encuentros con las direcciones y las asociaciones de padres y madres (AMPA) durante los próximos días. Sin duda un diálogo más que necesario, pero que llega con la actividad docente ya iniciada, casi a finales de septiembre.

Después de lo visto esta semana, no es nada aventurado asegurar que las autoridades municipales han llegado al inicio del curso con algunos deberes a medio hacer. En varias materias, han obtenido buenos resultados; pero en otras, quedan bastantes aspectos por mejorar. La comunidad educativa en su conjunto debe hacer esta vez un mayor esfuerzo de unidad y coordinación en unas circunstancias muy difíciles. Y los poderes públicos tienen que convertirse en aliados para lograr que la formación de niños y jóvenes sufra lo menos posible.