La reforma definitiva del paseo del Muro es aún un proyecto muy lejano, pero que ha dado un primer paso esta semana con la creación, en el seno del Consejo Social de la ciudad, de un comité formado por 17 representantes de estamentos políticos, económicos y sociales. Este grupo heterogéneo y cuyos integrantes aún están por designar (tan sólo se sabe que el elegido por el Colegio de Arquitectos de Asturias ostentará la presidencia) tendrá la misión de redactar un plan para la fachada marítima de San Lorenzo en un plazo máximo de cuatro meses. Un documento que servirá de base para debatir sobre la futura transformación del eje más emblemático de Gijón, pero que no será de obligado cumplimento. La última palabra, tal y como dejó claro el jueves la alcaldesa, Ana González, la tendrá el gobierno local. Este mecanismo escogido por los responsables municipales para abordar un asunto de tanto calado es inédito. Y arroja tantas dudas como certezas.

En primer lugar, parece evidente que la coalición formada por el PSOE e Izquierda Unida ha querido revestir de consenso la futura transformación del Muro. Una decisión sensata, pero que llega después de haber realizado una reforma provisional durante el verano envuelta en la polémica y con escasa información previa sobre el proyecto. Se trata pues de una concesión municipal ante el rechazo que ha levantado la semipeatonalización del paseo en parte de la ciudad, que cristalizó en varias protestas. Dejar ahora en manos del Consejo Social la obra definitiva demuestra inteligencia, al menos en el corto plazo, pero no zanja el intenso debate ciudadano de los últimos meses ni aclará qué pasará con los cambios ya ejecutados.

Por no decir que puede postergar sine die la rehabilitación del paseo marítimo, una necesidad en la que todos los partidos y sectores sociales coinciden. Este proceso habrá tenido sentido sólo si el comité encargado de elaborar el plan, y después el Consejo Social en pleno, cumplen con unos plazos razonables. Y aún así, podría darse el caso de que el gobierno local dilatase después la obra, que exige además una reforma de la normativa urbanística municipal. Habrá que confiar por tanto en que se haya iniciado este camino desde una posición sincera y no con el único objetivo de aparcar el asunto. Nadie entendería que la recuperación del Muro, santo y seña de los gijoneses, se convirtiera en una burda estrategia política.