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Un usuario del Centro de Reducción de Daños, en una imagen de archivo.Juan Plaza

La pandemia ha disparado la pobreza entre mujeres con cargas, alerta Siloé

La Fundación advierte del efecto del confinamiento en las personas con problemas mentales y asume otros dos pisos para su atención

El confinamiento fruto de la pandemia ha disparado los problemas mentales y ha sacado a la luz nuevos perfiles de necesidad: mujeres con familias a su cargo y familias con carencias en campos como la alfabetización digital. Es el panorama que ha debido afrontar Siloé, fundación que atiende a personas en situación de vulnerabilidad o en estado de necesidad y, de manera preferente, a menores y jóvenes en situación de riesgo social, personas con discapacidad intelectual, afectados por VIH o SIDA, personas con patologías clínicas que precisen cuidados especiales, personas con problemas de drogodependencias y aquellas afectadas por trastornos mentales.️ En total, más de mil usuarios han pasado por la entidad a lo largo de 2020, como señala el director, Pablo Puente, que ultima la memoria de un año muy duro. Y con no pocas dificultades de atención.

En lo más severo del confinamiento fue preciso reorganizar los apoyos a los menores en situación de vulnerabilidad, con cien plazas de centro de día que servían como paraguas para los niños con menos recursos y que tuvieron que ser suplidos de forma telemática, dejando en evidencia desde este programa de infancia “la necesidad de alfabetización digital de muchas familias, tuvimos que reforzar el apoyo emocional y material” señala Puente, psicólogo de formación y buen conocedor de los efectos devastadores de la pandemia y el aislamiento para personas en situación de partida más vulnerable. Habla Pablo Puente de una situación de “estrés sostenido en el tiempo que tiene un precio”. Y que ha revelado que “los problemas mentales tienen un determinante social”, que ha obligado a intensificar el trabajo con las personas de su programa de salud mental. Un plan de intervención concebido para dar atención a personas afectadas con trastornos mentales graves y en situación de vulnerabilidad social, a través de un enfoque integral basado en la rehabilitación psicosocial y la adquisición de autonomía.

La reintegración en la sociedad a través de viviendas para una vida normalizada es el último de los pasos. Siloé aumentó el año pasado en dos viviendas su parque repartido por Gijón para la reintegración activa y autónoma de las personas con problemas mentales en la sociedad. Con ello ya son 18 las casas de que dispone la red, con tres convivientes en cada una de ellas “para garantizar la atención individualizada” a cada una de las personas que forman parte de su programa de salud mental, personas vulnerables que con la pandemia han visto aún más agravada su condición.

A ello se suma el esfuerzo de contención emocional desarrollado por los profesionales de la Fundación, que han debido lidiar a lo largo del año pasado con unas consecuencias que han padecido los pacientes más graves durante el confinamiento: miedos y paranoias agravados por una situación de encierro inédita.

A estos perfiles se une también el del aumento de nuevos usuarios, con “la llegada de un buen numero de mujeres al Centro de Día de Reducción de Daños, en el que el perfil siempre ha sido muy masculino”, explica Pablo Puente. No se trata de personas con los clásicos problemas de adicciones sino de “usuarios con necesidades específicas, fundamentalmente de comida, que antes no teníamos”, entre ellos muchas mujeres con una familia que sacar adelante.

El desolador retrato del usuario de este Centro de Día se completa con una situación laboral cada vez más precaria. “Más del 90 por ciento de ellos son desempleados o personas que tenían un trabajo precario o no legalizado” y que se han visto más afectados aún por la situación.

Y a todos ellos han sido preciso dar cobertura desde el 13 de marzo. “Aunque hubo un confinamiento general, seguimos atendiendo a las personas gracias al gran trabajo del equipo”, agradece Puente, a quien de cara al futuro le preocupan las consecuencias y secuelas de una situación que de momento tiene pocos visos de mejorar. “Se ha notado en general la vulnerabilidad y fragilidad de una parte importante de la población”, advierte. “Tenemos que trabajar en equipo, en coordinación entre todas las partes, para salir adelante”, remata.

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