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Los negocios más antiguos de Gijón, supervivientes de muchas crisis

Los propietarios de tiendas con más de 50 años de vida, muchos testigos de la posguerra, encaran los efectos del covid: “Esto es diferente a todo”

Aisling Buckley y María Fernanda Prendes, en la Farmacia Escalera (1873). Marcos León / Juan Plaza / Ángel González

A María Fernanda Prendes aún le llega algún descendiente de clientes de su padre en la céntrica farmacia de la calle San Bernardo que le recuerdan cómo en la posguerra, “en la mayor crisis vivida”, les fiaban y ayudaban para poder adquirir medicinas. “Se pasaron muchas crisis económicas, a nosotros, por ser casi algo de primera necesidad, nunca nos afectó tanto, pero sí que se salía adelante por la cercanía y agradecimiento de los clientes, y también por la honradez”, señala. Ahora la histórica Farmacia Escalera la lleva su hija Aisling Buckley, pero, como otros comercios de toda la vida, que han vivido otras crisis en primera persona, o a través del relato de sus familiares, mantienen una sensación común. “Esta situación es totalmente diferente a cualquier crisis económica, la incertidumbre es mayor. Antes se trabajaba más y se salía adelante poco a poco, pero ahora casi ni trabajar se puede y la gente tiene otra mentalidad para gastar”.

Miguel Sánchez y Susana Rodríguez, en Musical Tommy (1970)

Los propietarios de diez comercios gijoneses con más de cincuenta años de vida rememoran otros momentos críticos. Y coinciden en señalar los factores por los que será más difícil recuperarse del impacto del covid: “Ahora el problema es la venta online y la falta de identidad con el comercio local”.

“Mi padre amuebló prácticamente a todo el barrio cuando abrió en 1963”, rememora Eva Friera de su padre Manuel, fundador de Muebles Pumarín. “El problema de esta crisis es que ha llegado cuando casi no habíamos salido de la anterior, pero como en las otras, la clave que trasladaba mi padre se mantiene: empatizar con el cliente y ofrecer ese trato cercano que no te dan las grandes cadenas y la venta online”, destaca.

Mario Figaredo retrata a Carolina Lago y María Muñiz en Foto Figaredo.

Algo parecido le sucede a Ana Hernández, de Joseph Decoración, en la calle Los Moros, con seis décadas de historia. “El problema al que nos enfrentamos ahora es la demografía, cada vez tenemos más jóvenes fuera. Mis clientes siguen siendo los mismos que decoraron sus casas cuando tenían 30 años, y ahora las renuevan”, explica. Respecto a otros momentos críticos echa en falta “una mayor adaptación”. “Antes nos adaptábamos a ser más pobres, pero la gente consumía cuando se salía de las crisis de los ochenta y noventa. Tampoco había internet”, reflexiona. Y añade otro factor, que también apunta Merche Suárez, de la Librería La Industrial, fundada en 1948 por sus padres Alfredo Suárez y Natividad González. “En los ochenta, cuando la reconversión industrial, aunque cerraban fábricas, había trabajo, pero ahora eso no pasa. Y la gente tenía otro espíritu, salía, se manifestaba y había quemas, ahora están todos muy decaídos”, subraya.

Eva Friera, en Muebles Pumarín (1963).

“De aquella cuando había un bache económico se trabajaba más y se levantaba todo poco a poco. Ahora trabajas más y ganas menos. Pero me quedo con lo que decía mi padre para salir adelante: ser honesto, honrado y trabajador”, añade Suárez.

La crisis del covid obliga a los comercios a reinventarse, como ya lo habían hecho en otras épocas. “Recuerdo que la crisis de 1993 llegó con el auge de los centros comerciales, nos tocó modernizarnos y formarnos mucho más. De todos los momentos difíciles salíamos con una evolución”, rememora Mario Figaredo, de la tienda de fotografía que lleva su apellido en el barrio de La Arena. “En 2008 dimos un paso más con el tema digital, pero ahora, con internet, es complicado. La gente busca la oferta, pero sin calidad, que es lo que debería primar todavía”, señala.

Ana Hernández, en Joseph Decoración (1968).

“La dificultad que tenemos es que no se nos valora. Ahora se acuerdan de nosotros cuando algo que compran por internet no funciona”. Miguel Sánchez y Susana Rodríguez pelean desde Musical Tommy, que cumplió 50 años en 2020, para que el rincón sonoro que creó Miguel Rodríguez salga adelante. “Lo triste es que no nos dejan trabajar como sucedía antes, por las limitaciones que existen para abrir”, lamentan. “Hemos perdido esa identidad y fidelización, ahora nos consideran la tiendina del barrio, ya no sirve ni hacer conciertos o presentaciones de música para llegar al público como hace 30 años”, añaden.

Yolanda Iglesias, en el Estanco de Emma, con el documento fundacional (1887).

Francisco Simón abrió su tienda de confecciones en La Calzada en 1971, le tocó lidiar primero con el cierre de fábricas. “Vivimos la decadencia, tras décadas de mucho empuje, con más demanda que oferta. Decayeron las ventas, pero con trabajo y adaptación salías adelante”, cuenta. “No recuerdo una economía tan arrasada como la actual, vamos a tardar en volver a la normalidad. La gente no viaja y por eso tampoco compra nada”, relata.

Belén y Merche Suárez, con una foto de sus padres, en la Librería La Industrial (1948).

Desde 1903 aún se mantiene abierta la tienda de alimentación La Puerta del Sol, junto al paseo de Begoña. Alfonso Vega sigue los pasos de su abuelo, tío y madre. De la guerra, “la crisis más grave”, se salió adelante a base de trabajar y diversificarse. “Ahora ya no queda casi para reinventarse, y el problema es la tristeza generalizada”, apunta. “No hay nada comparable a esto, esta es una crisis bicéfala, sanitaria y económica, una de las dos cabezas mata con voracidad y eso nunca existió”, destaca Alfonso Peláez, nieto del fundador de la Droguería Asturiana, abierta al público desde 1934.

Javier Valdés atiende a Maruja Sánchez y Amalia González en la Droguería Asturiana, fundada en 1934.

En 1887 los tatarabuelos de Yolanda Iglesias abrieron el Estanco de Emma en El Llano. “Notamos menos vida en el barrio”, lamenta. Aunque también añade que, aunque capean el temporal sin demasiado impacto, en su caso la verdadera crisis les llegó al prohibir fumar en la hostelería. “De aquella pudo bajar un 80% la venta. Y aunque cambien los hábitos, de todo se sale, me quedo con eso”, afirma.

Francisco Simón, en su tienda de Confecciones Simón (1971).

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