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Todas las vidas de Rufino Ballesteros: así fue la trayectoria de un "grande" de La Calzada

El recién fallecido convirtió su barrio, el deporte y el activismo social, político y sindical en su razón de ser

Rufino Ballesteros ejerciendo de árbitro en un partido de hockey.

“Este equipo ya no necesita de carcamales que le digan lo que tienen que hacer. Voy a prejubilarme como en su día me prejubilé de Ensidesa”. Era mayo de 2009 y, a punto de cumplir 69 años, Rufino Ballesteros anunciaba a bombo y platillo que pasaba a la retaguardia de la organización de Iniciativas Deportivo Culturales de La Calzada. Nada más lejos de la realidad. Nunca se jubiló. Ni de IDC, ni de La Calzada, ni de su compromiso como ciudadano. Su reciente fallecimiento, con 80 años, ha teñido de luto La Calzada, el asociacionismo gijonés y el mundo del hockey. Pero el legado del ciudadano Rufino, de Rufo como le llamaban algunos, va mucho más allá. Es el legado de quien quiere contribuir a construir un mundo mejor y se pone manos a la obra sin esperar nada a cambio.

Rufino Ballesteros y el concejal de Deportes, José Ramón Tuero, disfrazados en un evento deportivo. Marcos León

Rufino Ballesteros Iglesias pasó su primer año de vida en Villada (Palencia). Luego la familia se asentó en Mieres y el pequeño Rufino, el mayor de siete hermanos, tuvo que dejar de estudiar a los once años para arrimar el hombro en la casa con un jornal. Pasó por ferreterías, tiendas, bares, talleres... hasta que con 14 entró de aprendiz en la Fábrica de Mieres. Fue por aquellos años cuando descubrió lo que era una piscina y, sin saber nadar, se tiró al agua. A los diez días participaba en un campeonato de Asturias. Mariposa y braza fueron sus especialidades en el equipo Educación y Descanso de Mieres y llegó a fundar la sección de natación del Club Patín de Mieres.

Rufino Ballesteros y Pepita Cruz posan delante de su foto de boda en una exposición sobre enlaces nupciales en el Ateneo de La Calzada. Ángel González

El mismo club donde, mientras miraba los entrenamientos, alguien le pidió que arbitrara un partido. Y lo arbitró. Uno, y otro, y otro... hasta convertirse en árbitro nacional en 1979 y, un año, después, en internacional. Del arbitraje se retiró con 43 años tras pitar una final europea en Italia. Del arbitraje que no del hockey. Como otros muchos, en 1969 había dado el salto laboral de Mieres a La Calzada y en La Algodonera vio el espacio perfecto para impulsar ese deporte entre la juventud. Rufino puso la semilla de un árbol que ha convertido el hockey sobre patines en seña de identidad en la zona oeste gijonesa y La Calzada en cuna de medallistas de nivel internacional.

Precisamente organizar un torneo de hockey era lo que Rufino Ballesteros y Julio Baragaño querían hacer en 1989 y para lo que buscaban dinero. Pero de aquella búsqueda acabó surgiendo Iniciativas Deportivo Culturales de La Calzada, el nombre bajo el que entidades de todo tipo organizaban un un curso, una charla, una exhibición o un torneo para, finalmente, presentar una programación conjunta para el disfrute de todos los vecinos. Lo que empezó con 18 actividades ofertando casi l 200. IDC se convirtió también en una asociación desde la que impulsar proyectos sociales, culturales y deportivos. Incluso se involucraron en la organización del Mundial de Patinaje de velocidad que acogió la pista municipal de Moreda en 2008.

Nombrado Mierense del año en 1984, también se encargó de organizar en Gijón varios encuentros de hermandad entre gijoneses y mierenses. Siempre tuvo tiempo para todo y para todos. Para participar en el consejo de distrito de la zona Oeste, para impulsar un homenaje en forma de busto al párroco José María Díaz Bardales y crear un festival de masas corales con su nombre, para retar entre risas y disfraces a un edil de Deportes a hacerse unos largos en una piscina, para militar en Izquierda Unida, para ser delegado de Comisiones Obreras en la Ensidesa de Veriña... Incluso para ceder una foto de su boda con Pepita Cruz para una exposición en el Ateneo de La Calzada, su otra casa, que recopilaba enlaces nupciales de vecinos del barrio. Junto a Pepita creó una familia. Ella, su hijo Manuel y sus nietos Diego y Mario son su legado más íntimo.

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