La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El renacer del “Retablo del mar”: las imágenes descubiertas de la obra original

Valentín González, nieto del fundador de Foto Ángel, ofrece 25 placas que su abuelo realizó a la primera obra de Sebastián Miranda, que se quemó en la Guerra Civil, para su exposición

El fotógrafo Valentín González, con sus reproducciones. Marcos León

El escultor Sebastián Miranda, antes de fallecer, en 1975, rehízo con el apoyo de un ayudante su icónico “Retablo del mar”, su obra de mayor tamaño en la que había tallado en madera más de un centenar de rostros conocidos de la ciudad en la lonja gijonesa y que había sido destrozada durante la Guerra Civil. La nueva versión, sin embargo, pilló a un Miranda ya envejecido, así que el retablo que hoy se conoce, expuesto en la planta superior de Casa Natal de Jovellanos, no recoge algunos matices que sí figuraban en la pieza original. En los últimos meses, sin embargo, el fotógrafo Valentín González ha logrado reunir más de una veintena de reproducciones fotográficas de la obra de alta calidad. Las hizo su abuelo, el reconocido fotógrafo gijonés Ángel González, responsable del Foto Ángel de la calle Corrida, unos años antes del estallido de la Guerra Civil. El nieto dio con estas placas rebuscando en viejas cajas de su casa familiar y, entiende, el hallazgo merece un espacio propio en el mismo museo que alberga el retablo.

El renacer del “Retablo del mar”

El artista había tardado años en realizar aquella talla. Explica González que el laborioso proceso de producción empezó con dibujos y esbozos que Miranda realizaba con modelos reales, pagando unas pocas pesetas a las pescadores y asistentes icónicos de la lonja para que posasen para él. “Sin pagar, no se hubieran prestado a ello. Para ellos aquello no era trabajo, el trabajo era pescar”, razona el fotógrafo. Tras estos dibujos y varios moldes de barro, el enorme retablo de madera se dio por terminado y viajó poco antes de la Guerra Civil a Madrid para ser expuesto. Las llamas acabaron con él poco después. Miranda y su esposa se habían refugiado en París y a su regreso se encontraron con el retablo y su residencia en la capital hechos trizas. Se cree que el retablo se quemó para dar calor a los moradores que ocuparon la residencia madrileña del escultor durante el conflicto.

Años después, en la década de los setenta, al artista le encargaron rehacer aquel retablo que retrataba una parte imprescindible de la historia de la ciudad. “Y lo hizo, pero necesitó de la ayuda de otro escultor porque él ya estaba muy mayor, así que el resultado no es el mismo. Es como si le guías a alguien para hacer una novela”, aclara González, que insiste en el valor de esta obra. “Se vendió al Ayuntamiento por cinco millones de pesetas. De aquella podrías comprar varios edificios. Era valiosísima”, asegura.

El fotógrafo, tras una visita a la Casa Natal de Jovellanos, que expone el “Retablo del mar” en su planta superior, recordó las historias familiares que contaban cómo su abuelo había retratado aquella pieza en los años treinta. Se lo comentó a los responsables del museo, que se mostraron interesados, y se puso a rebuscar. “Acabé dando con siete u ocho placas de cristal en las que estaba el retablo completo y un par de imágenes más pequeñas con Sebastián Miranda y su mujer. Bajo aquello, había una caja negra que no ponía nada, y ahí encontré cartas de Sebastián dándole indicaciones a mi abuelo sobre qué personajes del retablo quería retratados”, comenta.

Y bajo estas cartas, el tesoro. “Para mi sorpresa, di con unas 25 placas del retablo por partes. Me di cuenta de que entre todas se recogía la obra completa, y que algunos personajes salen retratados dos y tres veces. Están bien conservadas y son de altísima calidad”, cuenta el fotógrafo, que asegura haber tardado meses en dar con la forma de recuperar los archivos sin tratar químicamente las placas, para preservarlas, y varios meses más en lograr las fotografías digitales de las que ahora dispone.

Entiende Valentín González que contar con una reproducción “tan excelente” del retablo original merece un espacio expositivo en la ciudad. Teme que, “si esto se deja pasar”, sus descendientes, entre los que de momento no hay fotógrafos, acaben tirando estos hallazgos. “El museo me dijo que podría incluir las placas en su fondo documental, pero para eso me las quedo yo en casa. Lo que es valioso es la reproducción de esas placas, porque puedes ver cada golpe de madera para dar con los personajes. Y muchos gijoneses podrán reconocer aquí a sus padres o sus abuelos”, relata.

Compartir el artículo

stats