De Roca Rey a "El Juli": los olés más fuertes en El Bibio

Balance de la feria taurina en la que 10.000 aficionados acudieron a El Bibio

Público en El Bibio.

Público en El Bibio. / Juan Plaza

I. Peláez

I. Peláez

Tres días de toros en El Bibio sirvieron para retomar la feria de Begoña tras un año de sequía por la pandemia sanitaria. Aficionados, empresa y crítica coinciden en que el ciclo taurino gozó de un buen ambiente en los tendidos y, a pesar de que no hubo faenas de revolución en el ruedo, hubo momentos artísticos que dejaron buen sabor de boca. Los toreros dieron la cara en todo momento, conscientes del momento que atraviesa la tauromaquia, para que el público saliese satisfecho cada tarde por escasa que fuera la ayuda prestada de los toros lidiados.

  1. El regreso de los toros a Gijón. Más allá del éxito artístico lo importante era que clarines y timbales volviesen a sonar en El Bibio. Dos años sin toros en la ciudad hubiese puesto cuesta arriba la recuperación de la feria de Begoña. El esfuerzo del empresario Carlos Zúñiga y el compromiso del Ayuntamiento de Gijón, tras horas y horas de conversaciones durante el invierno, permitieron alumbrar tres festejos que reunieron en total a 10.000 personas.
  2. El Juli, en figura. Julián López “El Juli” se convirtió en el máximo triunfador de la feria de Begoña, el único diestro capaz de desorejar a uno de sus toros. Su tarde en El Bibio fue otra muestra del poderío y oficio frente al toro para solventar todas las adversidades. La administración de tiempos y la elección de terrenos permitieron al torero madrileño sacar la mejor condición de sus dos oponentes. El premio hubiese sido mayor si al primero de su lote lo pasaporta a la primera.
  3. La rotundidad de Roca Rey. Sin Puerta Grande y con el exiguo balance de una oreja, pero Roca Rey demostró con mucho aplomo por qué manda en el toreo. Fue la suya una tarde de cuatro orejas sin discusión, pero la tizona mermó la estadística. En cambio, su paso por Gijón permitió disfrutar de las dos versiones del peruano. Formó la mundial en el tercero de la tarde, con el que se mostró variado con la capa y la muleta para torear a placer metiéndose al público en el bolsillo con su quietud. Los estatuarios de inicio o las bernadinas finales fueron la prueba. Pero para quietud la que mostró en el sexto, un toro con mucho peligro en el que se jugó la vida. Roberto Domínguez, su apoderado, le pedía desde el callejón que lo matase rápido, pero Roca Rey se empecinó en robarle los muletazos que el toro de José Vázquez no tenía. La emoción del momento, con el torero entre los pitones, exponiéndose a la cornada, quedaron en la retina de los aficionados.
  4. La pureza de Urdiales. A veces lo más puro se disipa entre lo espectacular. Es lo que le ocurrió a Diego Urdiales en su debut en El Bibio. Su toreo al cuarto de la tarde, con temple y mando, cruzándose siempre al pitón contrario y ofreciendo el pecho fue toda una delicia que no terminó de llegar a los tendidos. Si buenos fueron los muletazos por el pitón derecho, mejores resultaron los naturales con la mano desmayada. Pequeñas dosis de toreo puro.
  5. El empuje de Álvaro Lorenzo y Ginés Marín. Los jóvenes toreros vienen arreando desde hace tiempo. La baraja es amplia, y dos de los ases son Álvaro Lorenzo y Ginés Marín, a os que el uso de la espada repartió distinto premio con las buenas embestidas que ofrecieron algunos de los ejemplares de La Quinta. El toledano logró momentos de calado al natural en base a la ligazón de las tandas mientras que el extremeño derrochó entrega en sus dos toros.
  6. La elegancia de Manzanares. Fue el triunfador del festejo del sábado al corta una oreja a cada uno de sus toros de José Vázquez. Planteó dos faenas inteligentes para paliar los defectos de sus oponentes y convertir en olés los lamentos por la escasa raza que tuvieron los astados. Su eficacia con la espada transformó su esfuerzo en un trofeo de cada toro.
  7. Toreo a la verónica de Morante y Luque. El lucimiento con el capote quedó reducido casi a la mínima expresión en esta feria. Lo más destacado, a excepción del recibo de Álvaro Lorenzo el viernes, llegó de la mano de Morante de la Puebla y Daniel Luque. El primero dejó pasajes para el recuerdo y una media de cartel al segundo de su lote. Luque, por su parte, embarcó a al tercero del festejo en la franela para ir ganándole terreno hasta el centro del ruedo. Además, regaló al público un galleo por chicuelinas para llevar al toro al caballo y un quite por el mismo palo.
  8. Las medidas de seguridad en la plaza. Alrededor de 150 personas, entre acomodadores y personal de seguridad, se encargaron de repetir hasta la saciedad las normas sanitarias, como el uso de la mascarilla en todo momento o la prohibición de fumar y vapear en todo el recinto. Se suprimieron las barras, para evitar que los aficionados se movieran mucho por el coso entre toro y toro. Por megafonía se recordaban también las medidas entre toro y toro. El público quedó contento.
  9. Las peñas retoman su actividad. Tras un año prácticamente en blanco las peñas taurinas de la región han vuelto a reactivarse. Conferencias, premios a los actuantes más destacados de la feria y la confraternidad en comidas y cenas los días de feria fueron el mejor ejemplo para que los toros en Gijón mantengan su llama intacta muchos años.
  10. La sensibilidad del equipo gubernativo. El presidente de la plaza, ayudado por el equipo gubernativo, sustituyó dos toros el sábado (uno porque se descoordinó contra un burladero y el otro porque estaba lesionado de los cuartos delanteros) sin dejar que el público se encendiese. También cambió el tercio de banderillas cuando el peligroso toro de José Vázquez que hizo sexto, que había hecho pasar las de Caín a la cuadrilla de Roca Rey, tenía solo dos banderillas sobre los lomos, cuando el reglamento obliga a cuatro rehiletes. Aplicó el sentido común y evitó males mayores. Y en el momento que vio una petición mayoritaria de oreja la concedió sin dudar.

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Uno de los toros lidiadios en la pasada feria de Begoña, de la ganadería de Daniel Ruiz, llevaba por nombre “Feminista”, algo que ha provocado las críticas de distintas asociaciones además de un enorme revuelo en redes sociales. “Torturar a un animal hasta matarlo exige desenchufarse de un montón de sentimientos, como la empatía, la capacidad de ponernos en el lugar de otra persona. Implica sadismo, ya que se disfruta con el dolor que se le está infringiendo a un ser vivo, que sufre, que siente dolor. Implica no sentir pena, no sentir lástima, no sentir amor. ¿Son estos comportamientos los que promueve el feminismo? Más bien todo lo contrario”, apuntan la plataforma feminista. 

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