“Yo he sido criticada, se supone que tenía que estar en casa con un pañuelo en la cabeza, pero no lo hice. ¿Saben por qué? Porque tenía que salir adelante. Así que lo digo: soy gitana, soy mujer y soy feminista”. A Adela Gabarri, presidenta de la Asociación Gitana de Gijón, las palabras le salen de lo hondo. De las costuras. Y ayer, en la Jornada “Mujer gitana invisible”, no fue una excepción. El encuentro, que se celebró en el Paraninfo de la Laboral, tuvo de fondo una reivindicación: que el movimiento feminista ayude a las mujeres gitanas en su lucha por la igualdad.

La batalla es dura. “Nos cuesta más. Porque al estigma de ser mujer, se suman otros estigmas. Pertenecer a una etnia minoritaria, menor acceso a la educación y al mercado laboral. En el caso de la mujer gitana, hay que multiplicar las dificultades por mil”, afirmó Antonia Jiménez, técnica superior en Integración Social y activista en el desarrollo de los derechos humanos. Fue una de las participantes en la mesa telemática “De la invisibilidad a la viabilidad de la mujer gitana en todos los ámbitos de la vida”. La suya es una historia de romper estereotipos, de entrar a codazos en un mundo que parecía no tener hueco para ella: “Hubo personas que creyeron en mí. Lo más grande que he aprendido, en la vida y en mi trabajo, es que hay que ser humanos. Sentir con el otro porque, cuando alguien que lo pasa mal pide ayuda, escucha más al alma que a las palabras”.

Aplauso grande de Adela Gabarri, que fue entonces cuando intervino: “Lo he vivido en mis carnes, he visto la necesidad en mi pueblo. Les digo que, si una gitana quiere estudiar, que la ayuden. Porque le cuesta mucho. Yo aprendí a leer para ser buena cocinera”, explicó al público. Su marido “está en el cielo” desde hace siete años. Dice que fue su compañero, que entendió que había que trabajar juntos.

Mujeres avanzando. Con pasos pequeños, hasta alcanzar lo grande. “Todas las que fueron antes nos ayudaron. La primera mujer gitana que sacó el carné, la primera mujer gitana que trabajó fuera”, señaló Mercedes Santiago, educadora social y directora adjunta de la Fundación Secretariado Gitano de Almería. Ella también cogió prejuicios y los rompió: fue la primera mujer de etnia gitana en ocupar un alto cargo de la Generalitat Valenciana (directora general de Personas Mayores). “Cuando vi los titulares me sentí orgullosa, pero también me dio pena que fuera noticia que una mujer gitana llegara hasta ahí”, reconoció.

“Nosotras trabajamos por nosotras y por las que vienen”, apuntó Alexandrina Da Fonseca, presidenta de Asociación Gitana “Arakeando”. Pero necesitan apoyo: “Hay una larga historia del movimiento feminista entre las mujeres no gitanas. Es nuestro deber luchar juntas”. “Son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Nos han dicho que somos muy distintas porque es otra forma de que el patriarcado gane”, concluyeron. Presentó la mesa redonda Miriam García, estudiante de Trabajo Social. Está casada, embarazada y deseando terminar los estudios para trabajar. Es gitana y digna nieta de su abuela Adela Gabarri.