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La riqueza va por barrios: así se distribuye la renta de Gijón según la calle en la que vivas

Cabueñes y Deva tienen la más alta, la segunda zona en la lista de Hacienda es Somió-La Guía | Los datos de algunas zonas, como Viesques y el Centro, trastocados al unir el informe oficial distritos postales

Por la izquierda, Salvador Menéndez, Fernando Fernández, Herminio Presa y Paquita Narváez, en la calle Cuba. | Marcos_León

En los años setenta, una jovencísima Paquita Narváez tenía una niña en brazos y un marido enterrado. Acababa de mudarse a un barrio en Gijón en el que había trabajo en cada esquina, pero las calles ardían en lucha obrera. Paquita Narváez, que había nacido en Siero, ya sentía que La Calzada era su casa. Carmen Díaz era poco más alta que la rueda de un carro. Tenía cinco años y adoraba el fin de semana. Todos los domingos, ella y su madre iban de Deva al centro de Gijón para vender lo que sacaban de la huerta. Lo hacían muchos vecinos de la parroquia. Décadas más tarde, La Calzada y Deva están irreconocibles. Dos realidades, ambas en Gijón, que distan quince kilómetros de viaje y 13.557 euros al año. Es la cifra que separa la renta anual media disponible (neta) más alta de Gijón (32.725 euros, en Deva y Cabueñes), de la más baja (19.168 euros, La Calzada y Veriña). Son los últimos datos disponibles de la Agencia Tributaria, referentes a la media de las declaraciones de IRPF en cada zona, publicados como borrador en octubre y que se han hecho oficiales este mes de enero. Aunque atado a la realidad, el método estadístico obliga a matizaciones. Los barrios y parroquias se analizan por códigos postales, por lo que aparecen unidas zonas con realidades socioeconómicas muy dispares y que administrativamente están separadas, como son los casos de Viesques y El Coto o el Centro y Cimadevilla. Además, atendiendo a la renta bruta media, a la cola estaría Pumarín, con 22.498 euros anuales.

“En La Calzada, lo que pasa es que es un barrio obrero. Cae la industria, cae el barrio. Así que el desempleo y el alto porcentaje de jubilaciones bajan la media de las rentas”, apunta Salvador Menéndez, que junto a Paquita Narváez, Herminio Presa y Fernando Fernández, se cita con LA NUEVA ESPAÑA en la calle Cuba. “Es una de las más antiguas, porque el distrito oeste fue creciendo”, matiza Menéndez. Tanto creció, que llegó a tener ocho factorías: una cerillera –que da nombre a El Cerillero–, una sombrerera, una algodonera –que también da nombre a una zona– y una azucarera, además de la Fábrica de Loza, Fábrica de Gas y las factorías ligadas a los astilleros. “De todo esto queda nada, una de las empresas ligadas a los astilleros y ya”, señala Menéndez.

Menéndez llegó a La Calzada desde Langreo: “A mí la mina no me gustaba, me daba miedo enfermar. Y aquí había trabajo”. Lo mismo que Herminio Presa, “de un tallerucu en Noreña a Duro Felguera”. Paquita Narváez estaba viuda, tenía que buscarse la vida en el barrio más obrero de Gijón, y Fernando Fernández fue minero en Baltasara (Mieres), y luego se trasladó a trabajar a Veriña. Sienten todos La Calzada como suya, pero ninguno de ellos nación en el barrio de la zona oeste.

En Deva, Carmen Díaz, Valentín Gutiérrez, Isabel Cuesta y Juan Caso reciben a este diario en un escenario de película: el lavadero de la parroquia. Literalmente: apareció en la oscarizada “Volver a empezar”, de José Luis Garci. “Me acuerdo yo del rodaje, vine a verlo todo. Es que yo soy algo cotilla”, bromea Díaz. Todos, salvo Caso –de familia hostelera–, nacieron en casas dedicadas a la agricultura o la ganadería. “Antes, aquí, la base de la economía era el sector primario”, apunta Cuesta.

Y así está el verde de cuidado, y así está la parroquia que parece una postal. Y ahí está, a su juicio, uno de los motivos de encabezar el listado de rentas en Gijón. “Aquí hubo crecimiento, pero fue muy ordenado. Se construyeron chalets, pero respetando distancias entre las parcelas, eso garantiza la privacidad de cada vecino y te sientes de verdad en la zona rural”, apunta Caso. La popularidad de la zona fue creciendo y los precios de los terrenos se dispararon. Antes de explotar la burbuja inmobiliaria, una parcela podía alcanzar los 180.000 euros.

“Los que traen las rentas más altas son los que vienen de fuera, los que están llegando a Deva atraídos por el entorno. Te puedes imaginar que, para pagar 180.000 euros solo por el terreno, tienes que tener un poder adquisitivo alto”, apunta Carmen Díaz. Empresarios de mediana edad, jóvenes profesionales liberales y familias que buscan tranquilidad, son los perfiles que recibe actualmente Deva, afirman los vecinos. Aún así, matizan que les sorprende “que las rentas estén por encima de otros barrios”. No nombran cuáles.

Por la izquierda, Juan Caso, Carmen Díaz, Valentín Gutiérrez e Isabel Cuesta, en la parroquia de Deva. | JUAN PLAZA

El listado de la Agencia Tributaria, aún con las limitaciones anteriormente mencionadas (que parten del método para recoger la muestra estadística) es oficial. Las zonas aparecen en el orden que sigue, tomando como referencia la renta media que sigue (los ingresos tras los impuestos): Deva y Cabueñes (32.725 euros), La Guía y Somió (31.983 euros), Laviada (28.571 euros), Centro y Cimadevilla (27.683 euros) y La Arena (25.267). Se completa la lista de la Agencia Tributaria con El Coto y Viesques (26.255 euros), Castiello y Santurio (24.104 euros), El Llano (23.634 euros), La Granda-Camocha (23.520 euros), El Polígono (23.000 euros), Gijón Sur (21.316 euros), Ceares (20.704 euros), Jove (20.468 euros), Pumarín (19.937 euros) y La Calzada y Veriña (19.168 euros). El orden se mantiene en las cifras brutas de las declaraciones de IRPF, salvo en el último puesto, que pasaría a ocuparlo Pumarín en lugar de La Calzada y Veriña.

“Qué más da los primeros o los últimos. La Calzada fue motor, sigue siendo motor ahora”, apunta Salvador Menéndez. Si ya no lo son en industria, siguen manteniendo el legado que les dejaron aquellas movilizaciones que cortaban calles casi a diario: “Lo mejor de La Calzada es la solidaridad, no lo encuentras fuera de aquí”. Lo que más necesitan, dicen, es un plan contra la contaminación “que sea estricto, sobre todo, con las empresas”. Y una petición más modesta, la de Paquita Narváez: “Tenemos que tener, por lo menos, una farmacia que abra por las noches. Llevamos años pidiéndolo”.

En Deva dicen que “parece mentira” que la parroquia reciba “tan poca atención por parte de la Administración”. El acceso a internet es “casi nulo” y las comunicaciones “dejan mucho que desear”: “Aquí el autobús, literalmente, pasa de vez en cuando”, tercia Caso. En concreto, cinco veces al día (solo los laborables), a través de una línea. ¿Lo mejor? La comunicación con la autopista y, extiende los brazos Carmen Díaz hacia el paisaje, “todo esto”.

Hay desigualdad en la ciudad de Gijón, es innegable. De hecho, el director de la Fundación Mar de Niebla, Héctor Colunga, apuntó en una reciente entrevista con LA NUEVA ESPAÑA que “el nivel de desigualdad que se da en nuestra ciudad es palpable, pasando de unos lugares en los que hay calles con unos niveles de renta que no pasan de 400 euros al mes con calles que ingresan 3.000 o más”. Y, avisan ya las entidades sociales, es un fenómeno que va a más.

¿Qué dicen los datos? Que, efectivamente, así es. Sirva un ejemplo: en el balance de la Agencia Tributaria que precede a los últimos datos la desigualdad entre las medias de Deva y Cabueñes y La Calzada se quedaba en 11.947 euros. Es decir, en términos absolutos, la brecha entre las dos zonas de Gijón ha aumentado, en dos años, algo más de 1.600 euros por cada declaración de IRPF que se tramita a través de la Agencia Tributaria.

Más allá de los números, como mejor se siente, es con un paseo. En Deva es parada casi obligatoria ese bonito lavadero que Garci escogió para su película. Y esa iglesia en la que se dan el “sí, quiero” enamorados de toda la región. Hay sendas que llevan al nacimiento de ríos y caballos de monta que se crían al aire libre. Eso, más que la renta más alta, es oro.

En La Calzada, un hombre remata un crucigrama en una cafetería con son latino. Hay mayores paseando, con manos trabajadas que ahora agarran el bastón. Sonríen detrás de la mascarilla, da igual quién pase. Hay un bar venezolano, con las sillas de plástico, que prepara unas arepas que ni en el centro de Caracas. Hay orgullo obrero y ventanas abiertas aunque haga frío. Es el barrio que acepta todos los colores. Y eso, qué más da lo que diga la estadística, no lo paga el dinero.

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