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Ignacio Menéndez Fernández Jefe de estudios del colegio de la Inmaculada

“La acción social de los jesuitas en Gijón ha sido muy importante”

“Los retos de la compañía son caminar con los excluidos, la vía hacia Dios, acompañar a los jóvenes y la ecología”

Ignacio Menéndez, ayer, en la basílica del Sagrado Corazón. ANGEL GONZALEZ

A Oviedo llegaron por primera vez los jesuitas, en el siglo XVI, pero Gijón es la ciudad donde han desarrollado la mayor parte de su labor educativa y social tras el regreso a España de la compañía. De esa historia, su acción y los retos de la organización creada por San Ignacio de Loyola disertó este jueves en la Basílica del Sagrado Corazón, otrora propiedad de los jesuitas, Ignacio Menéndez Fernández, jefe de estudios del colegio de la Inmaculada.

–La llegada a Asturias fue en el siglo XVI. ¿Fueron pioneros?

–Estaban ya las tradicionales, como dominicos o franciscanos. Llegan pronto, eso sí. En tiempos de San Ignacio ya hay una primera petición para asentarse en Asturias, pero hubo muchos problemas burocráticos para ver dónde instalarles. Se tardó hasta el año 1578. Pero teniendo en cuenta que se fundó en 1540, pues en menos de 40 años llegaron a Gijón.

–¿Cuál fue el origen?

–Fundaron el colegio San Matías en Oviedo, diferente a los de ahora. Era un colegio en competencia con la Universidad, con una parte pedagógica y otra pastoral. Eran muy importantes las misiones populares, donde los jesuitas iban en parejas predicando por los pueblos y aldeas de Asturias.

–Luego les echaron de España.

–En el siglo XVIII, con Carlos IV, la compañía fue expulsada y disuelta luego por el Papa. Ya en el siglo XIX, que fue muy convulso políticamente, se va restaurando a los jesuitas. Primero fue el Papa, pero en España fue algo paulatino. En Asturias no había ninguna casa, hasta que se plantea tener presencia y se opta por Gijón. En el último cuarto del siglo XIX buscaban presencia en ciudades grandes o en expansión de crecimiento, como era el caso de Gijón.

–¿Cómo se diseñó la llegada?

–Con la intención de hacer un templo abierto al culto para el pueblo, una residencia para los jesuitas y un colegio. Cuando llegan a Gijón, encuentran cierta hostilidad del Ayuntamiento, del obispado y del entonces párroco de San Pedro. En cualquier caso, en 1882 se cierra la comunidad de Vigo y se traslada a Gijón con los primeros jesuitas. El colegio de la Inmaculada se inaugura en 1890. Luego, deciden que era mejor separar en dos el proyecto, es decir, crear un templo céntrico donde tener presencia, como es la Iglesiona, porque el colegio estaba fuera de la ciudad.

–Y luego comienzan a expandirse por la zona oeste.

–El conde de Revillagigedo y el marqués de San Esteban del Mar tenían en mente fundar unas escuelas profesionales para los hijos de los trabajadores ante la incipiente industria. Ahí nace la escuela del Revillagigedo.

–¿Gijón es el máximo exponente de la labor de los jesuitas?

–En los orígenes fue Oviedo, pero en la segunda etapa, Gijón. Antes, el colegio de la Inmaculada les ofreció el monasterio de Cornellana. En Avilés llegó a haber una residencia de jesuitas, en la primera década del siglo XX. Y en Oviedo, se creó la Quinta Roel, que se destruyó con la revolución de octubre de 1934.

–¿Cuál es el legado de los jesuitas?

–La aportación de los jesuitas está presente en el acompañamiento de los jóvenes en cuanto a educación y formación; luego, la sección pastoral, desde las residencias, y una tercera, muy importante, y especialmente durante el Franquismo y la Guerra, que es toda la acción social. La más conocida es el Hogar de San José.

–Pero ha habido más.

–Sí. En Oviedo estuvo la escuela del Padre Ferrero. El padre Máximo había fundado un dispensario en El Natahoyo cuando no había atención sanitaria a los ciudadanos, nuestra presencia en barrios obreros como Tremañes o en el propio Natahoyo a través de San Esteban del Mar, que tuvo impacto muy importante y un compromiso social. En muchas iniciativas estuvieron los jesuitas presentes, desde el Albergue de Covadonga, a “Una ciudad para todos”, hasta “Proyecto Hombre”.

–¿Y cuál es el futuro de la compañía ahora que faltan jesuitas?

–La acción de finales del siglo XX y el XXI está condicionada por un repliegue. Ahora se trata, en misión compartida con los laicos, de abordar las cuatro preferencias apostólicas universales. Los jesuitas se comprometen en el caminar con los excluidos, mostrar el camino hacia Dios, acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador y el cuidado de la casa común, una visión de la ecología desde el punto de vista religioso. En eso estamos centrados.

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