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Javier Gómez Cuesta Párroco de San Pedro, epicentro de las procesiones de Semana Santa

“Las manifestaciones del pueblo, para un gobierno municipal deben ser sagradas”

“Recuperaremos la bendición de aguas por San Pedro, que es salsa de ciudad, gijonismo de Cimadevilla; invitaremos a toda la corporación”

Javier Gómez Cuesta, en el Muro, con San Pedro al fondo. JUAN PLAZA

Javier Gómez Cuesta (Alevia, Peñamellera Baja, 1941) llegó en junio de 1999 para tomar las riendas de San Pedro para sustituir a Bonifacio Sánchez, Don Boni, en la primera parroquia de Gijón, un templo que busca dejar atrás la pandemia. La recuperación de la Semana Santa y sus procesiones, que tienen en esta iglesia con vistas a San Lorenzo como punto neurálgico, es el primer paso para retomar la normalidad.

–¿Por qué es tan importante la Semana Santa para Gijón?

–Es recuperar una tradición que viene de muy atrás, una expresión de fe, de devoción popular, que muy es importante. El pueblo necesita manifestaciones donde se sienta partícipe. Se ve, por ejemplo, en la fiesta del Redentor en la capilla de la Soledad el primer viernes de marzo, o la virgen de la Soledad en septiembre. Son expresiones populares, vitales. Las cofradías se esmeran cada vez más en que sean pasos que merezca la pena contemplar. Y ayuda a la riqueza interior, porque son miradas que te ayudan a reflexionar.

–Recuperar las procesiones en Gijón no fue tarea sencilla.

–Las cofradías nacieron aquí en San Pedro, la primera en el siglo XVII. El pueblo necesitaba una liturgia cercana, donde pudiera expresar sus vivencias y su fe. La liturgia entonces era en latín, con un lenguaje poco accesible al pueblo, y las procesiones eran más de participar. El pueblo se puede sentir más libre en las procesiones. Una de las primeras cosas que me dijo don Bonifacio era que se encontró con que no había gente para sacar las imágenes en las procesiones. Habían perdido vitalidad las cofradías. Eso hay que cultivarlo todo el año. Que ahora haya que pedir costaleros por los periódicos para sacar las imágenes me parece una anomalía. Todo eso se cuida con una vida cristiana, con una orientación. No es sacar santos a la calle, sino una catequesis representada de lo que fue la pasión del Señor.

–¿Echa de menos la falta de apoyo del Ayuntamiento?

–Se lleva al extremo que la religión no deba ser parte integrante del Estado. Esto es una expresión de muchísima gente, que también son ciudadanos, gijoneses, que salen a la calle, y merece la pena cuidarlo. Son incluso hasta bonitas y embellecen la ciudad. Es un momento importante de la ciudad.

–¿Por qué ese rechazo?

–La izquierda española, sobre todo, y la asturiana fue siempre reticente con la iglesia. Una de las cosas que se propuso el arzobispo don Gabino fue un acercamiento, a pesar de pensar distinto, intentar respetarnos y valorarnos. Nunca enfrentarnos ni desentendernos. La izquierda, cada vez que tiene problemas dentro de sí misma, acude a la espoleta de lo religioso. Además, el gobierno se debe al pueblo. Y las manifestaciones del pueblo, para un gobierno municipal, deben ser sagradas.

–¿Ha notado la incidencia del reglamento de laicidad?

–Eso es cursi del todo. Creo que fue Gijón y otro ayuntamiento en toda España, pero no ha tenido eco. Son extremismos que deberían avergonzar a quien los propone. Es muy malo que un gobernante piense que sus ideas son las únicas que valen y que deba imponerlas a los demás. Oiga, si no le gustan los toros no haga que a nadie le gusten los toros, o si no le gusta San Pedro, tampoco.

–¿Recuperará la bendición de aguas por San pedro?

–Sí. Se suspendió por la pandemia dos años y ahora lo recuperaremos. Es un momento alegre, simpático. Viene un número importante de gijoneses. Es salsa de ciudad. Es gijonismo de Cimadevilla.

–¿Invitará al Ayuntamiento?

–Claro. Lo haré siempre, digan o no digan. Hoy están estos y mañana otros. Yo hago invitación a una institución y a los miembros de la corporación. Esto es una tradición. No veo razones para quitarla.

–¿Cómo vive su parroquia la salida de la pandemia?

–Ahora viene un tercio de los feligreses que venían. La gente estuvo muy atemorizada, y eso que pusimos todos los cuidados habidos y por haber. De hecho, que sepamos, no ha habido ningún caso de contagio en esta parroquia. En la residencia sí tuvimos un pequeño brote, sin consecuencias, pero hemos salvado bien. Eso sí, ha bajado mucho y si antes se recolectaban tres pues ahora uno. Y la luz hay que pagarla exactamente igual. Pero la cuestión económica no me preocupa tanto, porque la gente es generosa.

–Este fin de semana han montado un mercadillo.

–Sí, para la residencia de la tercera edad, que sí lo ha pasado regular en pandemia. Se tuvo que aumentar personal, y la situación económica ha sido dura. La cuota que se paga es casi simbólica.

–¿Están funcionando las uniones parroquiales?

–Está un poco en “stand by”. No se tiene muy claro cómo van a funcionar y cuáles son las prioridades. En todas las reuniones decía que lo primero es saber para qué. No es solo la necesidad, que la hay, porque el número de sacerdotes en Asturias ha disminuido, sino qué tipo de pastoral se va a impulsar. Porque el mundo ha cambiado, y el abismo entre los mayores y la juventud es abismal. La iglesia debe asomarse a ese balcón y saber qué palabra puede decir y cómo. Deberíamos hacer un simposio, una reflexión para saber por dónde ir.

–El exsacerdote Jesús María Menéndez ha salido ya de prisión preventiva. ¿Hace daño a la Iglesia este tipo de casos?

–Hasta ahora él ha salido indemne de todas las acusaciones que le han hecho. Me ha extrañado tanto tiempo de prisión provisional, pero creo que hay que dejar las cosas a los jueces. Siempre me ha parecido un cura singular, pero nunca he visto que le hayan cogido en algo que se demostrara que fuera verdad. Pero es cierto que estos hechos tienen una publicidad grande, porque el tema de los abusos es una mancha en la iglesia, una herida fuerte que debemos solventar. Y confío en que lo de Jesús María se pruebe que no ha tenido participación en esos hechos.

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