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José Miguel Redin, "Joxemi" Segundo guitarra de "Ska-P"

"Vamos a hacer que los jóvenes parezcan viejos"

"En el concierto no habrá explosiones, ni lanzallamas, pero pondremos mucha energía física sobre el escenario del festival"

Los integrantes de «Escuela de Odio».

La banda "Ska-P", formada por Pulpul, Joxemi, Juanan, Julitros, Kogote, Txikitin, Juanan y Güevo, lleva treinta años casi sin cambios. Aros, tatuajes y crestas continúan caracterizando a estos músicos, ídolos de varias generaciones. Sus letras son siempre reivindicativas (franquismo, corrupción y feminismo...) y dejan "que corra la voz" para que la "indiferencia no tenga perdón". Movimiento y más movimiento hace que no pierdan la forma desde que empezó su andadura en el ska punk. Joxemi, segundo guitarra, responde a LA NUEVA ESPAÑA antes de su actuación en el escenario central del Tsunami mañana a las 23.00 horas.

–Desde 1993 las cosas han cambiado mucho...

–Cuando empezamos todo era distinto... para grabar una maqueta estabas ensayando años. Hoy la puedes grabar y producir tú mismo. Los primeros años no éramos nadie, salíamos de tocar en garitos de Vallecas y no nos conocían. Recuerdo que el primer guitarrista que tuvimos se fue, era padre y su mujer le debió de decir: "Déjate de andar haciendo el tonto con los amiguetes por ahí" (risas). Pero bueno, nosotros le echamos toda la ilusión del mundo y salió bien.

–¿Se imaginaban esta acogida?

–No lo piensas nunca, antes de "El vals del obrero" vendimos solo 500 copias, una gran parte de ellas se las endosamos a la familia y a los amigos (risas). Y con el primer disco a la venta, "Ska-P" (1994), empezamos a pensar que podríamos llegar a vender un total de 5.000. Al final conseguimos llegar a los 50.000 vendidos; no podíamos creerlo. Lo demás vino solo, no hizo falta que hiciéramos mucha promoción, a los amigos y chavales les gustaba el sonido y se animaban a venir a los conciertos. Además, en aquel momento éramos jóvenes. Estábamos en Madrid y Murcia nos parecía que estaba al lado. Hicimos muchos kilómetros de un día a otro.

–¿Los hábitos han cambiado también con los años?

–Ya no nos metemos esas palizas, tampoco hacemos las fiestas de antes.. Tienes que cuidarte: la voz, el cuerpo... A mí me gusta reservar la energía para el próximo concierto, hace años no lo hacía, la verdad. Pero entonces el cuerpo era otro, ahora no podemos seguir igual. Además, no me parecería bien aparecer en el escenario con una resaca y decir "oye, perdón, pero anoche salí y hoy no encuentro la voz". El éxito que hoy tenemos es por el público, no me parecería justo.

–¿Es esta la clave del éxito de la banda?

–Creo que es muy importante apreciar lo que tienes, somos unos privilegiados de poder vivir de la música. También me gusta echarle muchas ganas, subir al escenario y estar pendiente de hacerlo bien. No quedarse quieto en un sitio o mirar a las luces. Quieres convencer a la gente, a los que te conocen, de que han escogido bien; y a los que no te conocen, animarles a disfrutar igual del concierto.

–En ese tiempo ,Vallecas se quedó pequeña y el grupo cruzó el charco.

–La geografía ibérica es la que es, no podíamos ir a muchos más sitios. Tenemos la suerte de poder escoger, estar un tiempo con conciertos en España e ir a Europa, Latinoamérica (...). En Francia recuerdo que fuimos al pueblo de Pont de l’ Arche, que parece muy cerca, pero para nosotros ya era lejos. Cuando llegamos allí, vimos a aquellos franceses chapurreando nuestras canciones, estábamos flipando (risas). En Chile recuerdo esperar unas 17.000 personas y al final actuar ante 50.000.

–En todos estos años, no han "dejado de molestar". ¿Algún problema con la Justicia?

–No. Pulpul es un tío que sabe jugar con las letras de las canciones para no ser demasiado evidente, pero tampoco demasiado discreto para que no captes la idea. También apuesta por la interpretación del oyente, que desde su propia esfera pueda sentir la canción de otra forma. Y, si te pones a pensarlo, son canciones que tienen veinte años, pero que podrían haber pasado el otro día. Estamos en el candelero.

–Pese a su recorrido, hay quien les ha encasillado como una banda para final de fiesta de prau.

–Lo que es, es. No es nada peyorativo, es una suerte y un orgullo tener ese sobrenombre. En esas bandas hay músicos muy buenos. Y yo soy de pueblo. Veo las fiestas como una liberación, ese día no trabajas y estás ahí para disfrutar. A mí me sacan una sonrisa en la cara, si te soy sincero.

–Si hay un sitio donde hay fiestas de prau es en Asturias. Pero mañana, el Tsunami, es otro mundo: un festival conocido y consolidado.

–Gijón nos lo va a poner difícil, hemos oído que aquí la gente es muy de ir a misa los domingos, beber poco, nada de jaleos... (carcajada). No habrá explosiones, ni lanzallamas, pero pondremos mucha energía física, que ya es difícil. Mira que somos muy viejos. Pero vamos a hacer que los jóvenes parezcan aún más viejos que nosotros (risas). Los asturianos son la hostia, vamos a montar un follón de la leche, vamos a estar a la altura.

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