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La familia del gijonés fallecido al desvanecerse y golpear la cabeza con una barandilla: "Es una tragedia"

A Manuel Antonio Fernández, de 62 años, le encantaba caminar y todos los días recorría entre diez y quince kilómetros

La UVI móvil, en el espigón de Talasoponiente, ayer.

Un hombre de 62 años, Manuel Antonio Fernández, falleció en la tarde de ayer tras desvanecerse en el espigón de Talasoponiente de Gijón y golpearse con la cabeza en una de las barandillas a consecuencia del desmayo. El servicio de Salvamento recibió el aviso en torno a las 19.30 horas, pero no pudieron hacer nada por salvarle la vida tras media hora de reanimación cardiopulmonar.

"Le encantaba caminar, todos los días hacía entre diez y quince kilómetros. Es una tragedia", lloraba ayer su cuñada, Sonia Fernández. Manuel Antonio Fernández estaba prejubilado desde hacía poco tiempo de su oficio, el montaje de carpintería. Deja viuda a María Consuelo Fernández, con la que tuvo un único hijo, Manuel. "Los dos eran inseparables, llevaban juntos desde los quince años", lamentaba María Consuelo Fernández, su otra cuñada.

El desvanecimiento se produjo a plena luz del día cuando el hombre, en una de sus habituales salidas a pie, fue a saludar a un pescador amigo, según la familia. Fue entonces cuando se desmayó –aún por causas desconocidas– y sufrió el traumatismo que le provocó la muerte. "Era una persona servicial, trabajador y muy saludable", comentaban las cuñadas del fallecido, quienes de forma progresiva fueron avisando al resto de familiares de la tragedia que había ocurrido.

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