La figura de la semana | Miguel Ángel Ramírez Medina, entrenador del Real Sporting de Gijón

Música y pasión para reinventar un sueño

Criado en Agaete, Gran Canaria, pasó por el conservatorio y apostó por el fútbol al sufrir un concurso de acreedores de un club en Las Palmas

Ramírez visto por Mortiner.

Ramírez visto por Mortiner. / Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

"El fútbol me ha quitado mucho, pero ahora me está devolviendo muchas cosas". La frase es de Miguel Ángel Ramírez Medina (Las Palmas, 1984). Lleva tiempo ilustrando su página web personal y esta semana se ha convertido en una especie de premonición. Su llegada al banquillo del Sporting en sustitución de un símbolo de la historia rojiblanca como Abelardo Fernández se ha convertido en su primer y mayor reto profesional en España. También en el reconocimiento de Orlegi, dueño del club gijonés, a una trayectoria que le llevó de la cantera de la Unión Deportiva, a conquistar la Copa Sudamericana en 2019 con el Independiente del Valle de Ecuador en todo un boom internacional. Allí se agarró a la élite del fútbol tras décadas como formador. Ahora le toca construir en Gijón un equipo que aspire a Primera.

Nació en Las Palmas de Gran Canaria, pero su lugar en la isla se llama Agaete. En este pueblo costero, lugar donde nació su madre y conocido por la popular fiesta de "la rama", Miguel Ángel pasó su infancia y adolescencia. Sigue muy unido a él, pues allí viven sus dos hermanas (él es el pequeño de la familia) y también sus padres tienen una segunda residencia. Hijo de un trabajador de banca, su día a día transcurrió en la capital. Curioso, inquieto y aplicado, estudió en el Colegio Claret, escenario también de sus primeros pasos en el fútbol.

Jugó a fútbol en equipos locales, pero encontró su sitio un poco más allá de la cal. Un amigo le propuso ser entrenador, concretamente del cadete del Claret. Probó y aquello funcionó. Paco Lemes, exjugador de la Unión Deportiva Las Palmas, se lo llevó de segundo a la cantera amarilla. Le apasionó. Tuvo tiempo a licenciarse en Magisterio por Educación Física mientras entrenaba. Quería más. Continuó con la formación ligada al fútbol. Cursó un master en coaching (tiene en Imanol Abarrondo a uno de sus maestros) y otro en dirección deportiva. Su obsesión, más que ser entrenador, convertirse en un buen formador. Por el camino, pasó por el conservatorio y cuidó una cultura musical amplia y diversa, capaz de pasar de un fado portugués, a bailar por Juan Luis Guerra. En su "playlist" abundan hoy varios nombres de cantautores.

"Se le veía algo diferente. Vivía 24 horas para el fútbol", asegura el luanquín Borja Granda. Él pasó por la cantera de Las Palmas y ha sido uno de los primeros asturianos en ser dirigido por el Miguel entrenador. "La suya era ya entonces una metodología novedosa y avanzada para el momento", cuenta. Ha pasado más de una década de aquello, y el entorno del canario le sigue definiendo como una persona amante de estar a la vanguardia en cuanto a métodos de entrenamiento y propuestas. Amante del estilo de Guardiola, Sacchi, Quique Setién, Louis Van Gaal y ahora de Imanol Alguacil, entre otros, en la "Casa amarilla", como se denomina a la residencia de jugadores de la Unión Deportiva Las Palmas, le recuerdan como un entrenador "cercano y atento con el jugador. Solía interesarse por la situación personal de cada uno, mantenerse de algún modo cerca". Allí le pilló el primer concurso de acreedores de una Sociedad Anónima Deportiva, obligándole a apretarse el cinturón para atender gastos. Todo menos renunciar a su sueño y desatender a los chavales.

Música y pasión para reinventar un sueño

Ramírez visto por Mortiner. / Ángel Cabranes

Tras un breve paso por un cadete del Alavés, la llamada en 2012 para entrenar en la Academia Aspire de Qatar aumentó la exigencia y afiló el talento. Allí se sintió por primera vez como un entrenador profesional. Tuvo como alumnos, entre otros, a los hijos de un mito como Raúl González Blanco y continuó subiendo escalones siendo seguido ya muy de cerca por uno de sus grandes mentores, Roberto Olabe, entonces director de fútbol de Aspire y ahora director deportivo de la Real. Dio el salto con él a la selección. Seleccionador sub-14 y sub-17 de Qatar, Miguel fue asistente de la sub-19 cuando Olabe era el entrenador, contribuyendo a los cimientos futbolísticos del histórico Mundial vivido en el país hace tan solo unos meses. Fue allí donde le empezaron a llamar "Mar", por las siglas de su nombre y apellido. Las llevaba serigrafiadas en sus equipaciones y en el círculo árabe, la pronunciación resultaba más rápida y sencilla que Miguel Ángel o Ramírez. A partir de ahí, todo en su vida sucedió muy rápido.

Olabe, quien se había ido a Independiente del Valle tiempo antes, iba a marcharse de Ecuador rumbo a la Real y se necesitaban relevos. Había un joven canario señalado para dar continuidad a su modelo de trabajo en la cantera. Era Miguel. Aceptó y vio como al año, el entrenador principal del conjunto ecuatoriano se fue a Emelec, uno de los principales rivales en Liga. Le citaron para ocuparse del equipo como algo provisional. Acabó siendo suyo. De algo inesperado, a un título para la historia del club y también del fútbol grancanario. Seis meses después estaba levantando la Copa Sudamericana, siendo el segundo entrenador canario en conquistar un título continental tras las dos UEFAS de Luis Molowny. Casi nada. Después vino Inter de Porto Alegre de Brasil y Charlotte, en Estados Unidos, siendo allí el técnico elegido para el estreno de la franquicia en la MLS. No completó la temporada en ninguno de los dos equipos, pero su nombre estaba ya en la agenda de varios clubes de Europa y Sudamérica. Orlegi le tenía fichado, desde hacía tiempo. Entrevistas, reuniones y un dilema.

Miguel Ángel había pasado los últimos meses esperando propuestas y permanentemente activo. Ávido lector de todo lo relacionado con el autoconocimiento, liderazgo y el desarrollo personal, entre otras cosas (su novela favorita es El Perfume, de Patrick Süskind), su tiempo se redujo al aceptar echar un cable a la Federación de Ecuador para la preparación del Mundial. En los corrillos se empezaba a comentar que tras la cita en Qatar, él era uno de los principales candidatos para suceder a Gustavo Alfaro, cuya etapa en el banquillo se daba por finalizada. Su entorno asegura que estuvo muy cerca de ser así, de que había conversaciones abiertas y acuerdo "casi al 95%". La propuesta del Sporting y de Orlegi dio entonces un giro a la situación. Alfaro dijo adiós a Ecuador casi al mismo tiempo en que Miguel se convertía en entrenador rojiblanco.

En Gijón ha encontrado un doble reto: evolucionar como entrenador sin renunciar a su alma de formador a través de la inagotable cantera de Mareo. La meta más exigente le espera en poder dar respuesta al hambre de ascenso de la afición y, también de la propiedad más allá de los procesos y del "gen Orlegi" que hizo a Alejandro Irarragorri señalarle como el elegido. Miguel, con pareja pero con el fútbol y los centenares de jugadores que han crecido con él como sus únicos hijos, parece movido a conseguirlo intentando enganchar con un juego de toque. Un desafío añadido para con el público gijonés, de mar, campo, mina y siderurgia, a quien la vida ha enseñado a ser práctico, antes que estético. No faltará trabajo y esfuerzo, aseguran quienes conocen a un entrenador en constante innovación para reinventar su sueño de fútbol.

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