La librería Corocotta de la avenida Schultz escribe su último capítulo: "Hemos visto crecer a muchísimas generaciones"

José Antonio Muiña y Carmen Fano se jubilan tras casi cuatro décadas entre libros infantiles y material escolar y de oficina

Carmen Fano y José Antonio Muiña, ayer, a la entrada del local. | Juan Plaza

Carmen Fano y José Antonio Muiña, ayer, a la entrada del local. | Juan Plaza / Gabriel Cuesta

Gabriel Cuesta

Una parte de la infancia de muchos gijoneses escribe estos días su último capítulo en el número 12 de la avenida Schultz. La librería Corocotta pone punto y final a su historia en este pequeño rincón tras casi cuarenta años surtiendo de libros y material escolar por doquier. José Antonio Muiña y Carmen Fano se jubilan. Allí se quedan muchos recuerdos. Esos nervios por comprar el material para la vuelta a clase, aquel bolígrafo de la suerte para la selectividad, el importante acopio de aquellos que se van a estudiar fuera en la universidad... "Hemos visto crecer a muchísimas generaciones. Nos llevamos su cariño y un montón de anécdotas cuando eran críos. A veces nos preguntamos cómo hemos sobrevivido entre crisis y el dominio de grandes superficies. Y creemos que ha sido por la gente, por el trato cercano", confiesan ambos poco antes de cogerse esas merecidas vacaciones indefinidas. Eso sí, la historia de Corocotta no acaba con el cierre del local de Schultz. Su esencia seguirá en la calle La Merced, su otro local, el que han traspasado a una conocida que centrará su oferta exclusivamente en la literatura juvenil.

El cartel de "liquidación por jubilación" anticipa su despedida del próximo 16 de marzo. Será el último día de "una librería que ha sido casi una forma de vivir", confiesan ambos. El goteo de clientes de toda la vida es incesante. Huele a libro nuevo, a mochilas y libretas. Suena una puerta abriéndose. Es un visitante asiduo. "Solo me asomo para daros la enhorabuena. ¡Habrá que celebrarlo!". Cierra y se va. La escena es elocuente de lo que ha significado esta librería para muchos y el motivo de casi cuatro décadas de actividad. "Estos días nos hemos dado cuenta del cariño de la gente. Es una gran satisfacción. Un negocio así crea un vínculo que otros no. Te llaman por el nombre y entran solo para charlar, aunque no vayan a comprar nada", resume Muiña.

Toda buena historia tiene un principio. En 1961 el local abre como comercio y pasa a ser la Librería Central hacia 1968. "Tenemos guardado hasta aquel rótulo". Era de Rafael Morán Sol. "Luego pasó a manos de Miguel Ángel Varillas Blanco, hijo de Florentino Varillas, quien se encarga de darle el nombre de Corocotta aproximadamente en 1977. Su idea era que las publicaciones se centraran en temas celtas y nacionalistas en torno a Asturias", rememoran ambos. De ahí este guiño al caudillo de las guerras cántabras y símbolo de la resistencia ante Roma. Pero no fue hasta 1984 cuando el matrimonio cogió las riendas de la librería, después de que el joven Miguel Ángel Varillas falleciese poco antes, en el incendio de la discoteca Alcalá 20 de Madrid. "Nos parecía indecente cambiarle el nombre inmediatamente. Y luego ya todos nos conocían por Corocotta y decidimos mantenerlo. Es un reconocimiento a su iniciativa", explica este matrimonio que se conoció en Salamanca durante su etapa universitaria.

Su negocio ha resultado ser "una gran familia" junto a Elena Carrió y Cruz Castro, trabajando junto a ellos desde 1985, y Hugo Mourelo, que se incorporó en 2003. "Su ayuda ha sido importantísima", agradece Fano. A este matrimonio le resulta curioso que se asocie Corocotta a los libros infantiles, cuando su fuerte en Schultz, su matriz, siempre ha sido la papelería y el material escolar y de oficina desde su almacén de 180 metros cuadrados. "Creemos que es fruto de la feria del libro, pero la realidad es que la parte principal del negocio ha sido por el suministro de material", reflexionan.

Fano bromea con que su librería es "una especie de ferretería de usos múltiples". Un tipo de negocio que casi está extinto en Gijón, como recuerda su marido. "Si antes había en la ciudad más de ochenta librerías-kiosko, ahora no habrá ni quince. Sin contar las grandes superficies", lamenta. Su hijo, ahora profesor, se ha criado entre libros. "Su camino es otro, pero esas aventuras le han marcado, por suerte". No continúa el legado, pero la tienda de la calle La Merced, abierta desde 1995, seguirá gracias a su traspaso: "Es una satisfacción que Corocotta no se pierda del todo".

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