Entrevista | Isabel Menéndez Benavente Psicóloga y vicepresidenta del Ateneo Jovellanos

Isabel Menéndez Benavente, una psicóloga en todos los saraos

Apasionada de su trabajo y embobada con el crecimiento de sus nietas, se relaja con «Mocedades» y descarta abandonar su querida clínica

Isabel Menéndez Benavente.

Isabel Menéndez Benavente. / Mortiner

Como se dice coloquialmente, Isabel Menéndez Benavente se mete en todos los «saraos». Y cuando lo hace, no escatima esfuerzos. Como buena psicóloga, el bienestar del prójimo escala hasta el lugar más elevado en su lista de prioridades. Es lo que conlleva que su profesión y vocación vayan de la mano desde bien joven.

La segunda de cuatro hermanas, la vicepresidenta del Ateneo Jovellanos nació el 10 de abril de 1956 en Gijón, ciudad a la que ha estado ligada gran parte de su vida. Pasó un periodo en Madrid, pero por una buena causa. Para regresar con más fuerza. Sus padres, Emilio y Carmen, a la que conocían como «Pamina», tenían una librería donde se reunían intelectuales. El fallecimiento prematuro de ambos por enfermedad marcó su juventud, etapa en la que su entorno ya vislumbraba una psicóloga en potencia. Eso sí, su padre no lo veía claro. Recelaba. No quería que su hija Isabel abandonase el lecho familiar. Amor paterno, lo llaman. Estudió en el colegio La Asunción hasta que pasó a la Inmaculada para cursar el COU. Allí conoció al que a la postre sería su marido, Nacho Riestra, con el que contrajo matrimonio en 1980. Menéndez, extrovertida como la que más, era la alegría de la huerta.asta que partió hacia la capital de España, la joven Isabel vivía en la zona de Puerta de la Villa.

Isabel Menéndez Benavente formó parte de la primera promoción de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Concluida la carrera, retornó a su ciudad natal, a sus orígenes. Comenzó a ejercer de psicóloga en su querido colegio de La Asunción, donde permaneció durante más de dos décadas. Darse a los demás era lo que siempre había deseado y tomó la oportunidad al vuelo. El año 1978 fue determinante en su trayectoria, el año en el que se graduó y en el que fundó la clínica que le ha acompañado desde entonces. Una consulta, ubicada en la calle Asturias y originada como centro de diagnóstico y reeducación especializado en psicología infantil y juvenil. Menéndez también es titulada en Sofrología por la Federación Mundial de Sofrología.

Isabel Menéndez Benavente.

Isabel Menéndez Benavente. / Mortiner

El matrimonio reside en Somió y tienen tres hijos: Leticia, Gonzalo y Alberto. Ella vive en Madrid, mientras que Alberto reside en Alemania y Gonzalo sí que continúa en Gijón. Sorprendentemente, ninguno se vio seducido por la pasión por la psicología que profesaba su madre. Una madre que, a su vez, es una abuela de las llamadas «militante». Está embobada con sus nietas, Celia y Paula. De hecho, una de las razones por las que dejó de lado su puesto en el colegio de La Asunción radica en que anhelaba volcarse en su familia, que lo es todo para ella.

A Isabel Menéndez le resulta casi una quimera desconectar de lo suyo. Si se va de vacaciones, tres cuartas partes del tiempo está pendiente del móvil y, por ende, de su trabajo. Si recientemente ha tratado con una niña con problemas, se desvive por cómo evoluciona. En invierno, la pareja suele ir a Canarias. En verano, apuestan por otras islas de Baleares, aunque siempre reservan un hueco para una escapada corta por tierras gallegas. Sin embargo, no sería una utopía aseverar que su mayor entretenimiento es su trabajo.

A mayores, a su desempeño en la clínica, que no es tan voluminoso como antaño gracias al equipo que le acompaña, se le suma el hecho de que es vicepresidenta del Ateneo Jovellanos. Con la entidad está inmersa en un ciclo de salud mental del que es su máxima responsable. Además de la psicología, la comunicación es otra vertiente por la que siente una profunda devoción. Colaboradora de LA NUEVA ESPAÑA desde hace años, también ha realizado un montón de vídeos e infinidad de cursos y conferencias. Cuando hablamos de que se mete en todos los «saraos», esos son algunos ejemplos, pero sin escatimar ni un ápice de energía. Quienes la conocen dan fe de su intachable periplo profesional, al que le quedan muchos capítulos por escribir si todo sigue su cauce.

Leal y reivindicativa de su Gijón del alma, desprende vitalidad por donde pisa, con un sentido de la nobleza muy marcado. Posee una virtud muy apreciada y de la que no todos pueden presumir. Cuando habla, los demás escuchan. Y ya sabemos que escuchar no es lo mismo que oír. Transparente, su perfil de Instagram resume a las mil maravillas su esencia: «Madre, abuela, psicóloga. Mi vida es mi familia y mi trabajo». Pocas palabras, pero repletas de significado. Lo que caracteriza a Isabel Menéndez es que no hace concesiones. No prioriza. Se desvive por todo lo que le llena.

Menéndez arroja compromiso en cada paso profesional que protagoniza. Inteligente y tesonera, no duda en alzar la voz y poner sobre la mesa los problemas que afronta la sociedad, como el aislamiento individual que produjo la pandemia. Abierta a confrontar percepciones y con la tolerancia por bandera, se muestra firme en sus convicciones.

En casa tira de clásicos musicales para los momentos de distracción. «Mocedades», Joaquín Sabina o Ana Belén no pueden faltar en su repertorio. Por el momento, la idea de dar un paso al lado no sobrevuela su cabeza, que constantemente está tejiendo ideas y proyectos. ¿Por qué detenerse cuando se está disfrutando? Le da vida encontrarse por la calle con personas que han sido sus antiguos pacientes y ver qué tal les ha ido. A Isabel le compensa y, mientras la llama perviva, continuará velando por la salud mental de los demás. Al fin y al cabo, siempre ha querido dedicarse a ello.

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