Cuatro gigantes de acero que arrojan luz a San Lorenzo

Las "chaponas", que primero generaron reticencia en la ciudad, se han convertido en un icono hasta el punto de que galletas o luces navideñas adoptan su forma

Lucía García, al frente de Migaya junto a Rubén García, posa con las «chaponas» de galleta, una idea original de Rosa Vilchez, repostera que regentó el Biarritz. |  JUAN PLAZA

Lucía García, al frente de Migaya junto a Rubén García, posa con las «chaponas» de galleta, una idea original de Rosa Vilchez, repostera que regentó el Biarritz. | JUAN PLAZA / Gabriel Cuesta

Es Gijón una ciudad que se rige por aumentativos para dictar sentencia sobre aquello que es trascendente en la ciudad. Está La Escalerona, El Molinón, La Acerona… Y también las "chaponas", como se conoce popularmente a la obra "Sombras de luz" de Fernando Alba, que cumple un cuarto de siglo. Estas esbeltas planchas de acero corten se han vuelto en un símbolo superados los primeros recelos de los gijoneses allá por 1998 por su estética, algo que sucedió también con otras esculturas relevantes como el "Elogio del Horizonte" o "La madre del emigrante". Ahora hasta tienen sus propias galletas e iluminan con su perfil la calle Corrida en las luces de Navidad.

Hay que tener en cuenta varios puntos clave para entender lo que ha hecho a esta escultura ganar relevancia. El primero, el contexto. "Forma parte de una serie de obras que conformaron un proyecto de arte público contemporáneo ejemplar a nivel nacional", desgrana el historiador y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, Héctor Blanco. Sin embargo, su aterrizaje, al filo del último mandato de Vicente Álvarez Areces, sembró dudas entre los paseantes. "El arte contemporáneo no es fácil de entender. Esta serie de obras suelen generar ciertas reticencias del público", ahonda el experto, quien explica que sobre las "chaponas" faltó más pedagogía, como sí tuvo el Elogio a través de la exposición de Chillida en el Palacio de Revillagigedo.

De esos primeros pasos difíciles puede dar fe la exalcaldesa socialista Paz Fernández Felgueroso. Alcanzó la Alcaldía cuando aún se empezaba a digerir la estética de la obra. Incluso la polémica salpicó el plano político. "Fue una política muy acertada, pero arriesgada de Tini Areces. Eran obras rompedoras y resultó complicado que la gente las aceptase, acostumbrada a esculturas como las de Pelayo o Jovellanos. Se quedaban extrañadas y perplejas, como también pasó con el Elogio", recuerda la exregidora. A su parecer, cuando una escultura se bautiza en Gijón es "síntoma de cariño". "Ese mestizaje entre lo moderno y lo clásico transmite que Gijón es una ciudad muy viva culturalmente y que sabe evolucionar. El tiempo y la paciencia lo han demostrado. Y las ‘chaponas’ es otro ejemplo. Es muy querida", celebra Fernández Felgueroso.

Los cuatro elementos que conforman «Sombras de luz» son parte del alumbrado navideño en la calle Corrida. |

Los cuatro elementos que conforman «Sombras de luz» son parte del alumbrado navideño en la calle Corrida. | / Gabriel Cuesta

La tormenta poco a poco fue arreciando. Es su localización, otro factor clave a ojos del historiador Héctor Blanco. "Cuando un elemento recibe un seudónimo y tiene nombre propio popular toma otra dimensión. Seguramente muchos no las reconozcan por su nombre original. A eso hay que sumarle que está en un lugar muy visible, lo que hace que sea una topografía identificada. Todos hemos dicho alguna vez “vamos hasta las “chaponas”", desliza el experto. A su parecer, todo esto hace que la escultura "se convierta en una ciudadana más".

"Todo lo que son intervenciones en el espacio público nos altera la forma de percibirlo. O se cree que aporta o se ve intrusivo. A que sea un elemento simbólico importante se ha llegado con un proceso largo y complejo de aceptación", explica Pilar Lafita, pieza fundamental en la Fundación Municipal de Cultura para fructificar el proyecto que sembró la ciudad de elementos artísticos contemporáneos desde los 90 hasta principios del 2000. "La obra de Fernando Alba es un marco del paisaje que cada uno hace personal, con materiales cuya textura evoluciona y cambia con el paso del tiempo gracias al acero corten. No es estático", reflexiona Lafita, quien posteriormente también ejerció como directora de la Fundación.

Hay un tercer elemento importante para entender la fama de "Sombras de luz" cuando cumple un cuarto de siglo. Su salto como símbolo. Primero, como galleta, y luego, como parte del entramado de las luces navideñas. "La derivación gastronómica del arte genera un producto singular. Lo hace más identificativo y lo populariza", apunta el historiador Héctor Blanco. Este postre se horneó en la cabeza de Rosa Vílchez, cuando aún estaba al frente de la Confitería Biarritz. "La obra me emocionó. Me llevó más de dos años dar con una fórmula que las recrease con cierta gracia y no pareciesen solo galletas agujereadas", recuerda la repostera, ya jubilada. Las primeras salieron del horno en 2013 y ahora la patente se encuentra en manos de Rubén y Lucía García, al frente de Migaya. "La galleta ha creado un vínculo que ha potenciado aún más la obra. Como también las luces de Navidad. Eso hace que también la obra llegue más fácil a la gente de fuera", opina el repostero.

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