La Flagelación y San Pedro amainan la lluvia: así fue la procesión del Martes Santo en Gijón

Los penitentes de la Vera Cruz completan su recorrido ante decenas de devotos a pesar del frío: "Es muy emocionante"

Así fue la procesión del Martes Santo en Gijón

Nico Martínez

Ni el frío ni la incesante lluvia que cayó sobre Gijón durante la tarde impidieron que decenas de personas se dieran cita ayer en las inmediaciones de la parroquia de San Pedro, donde desde unos minutos más tarde de las ocho y media ya olía a incienso después de que la Junta Mayor de Cofradías decidiera llevar a cabo la celebración central del Martes Santo. A partir de esa hora, con la tregua de la lluvia y tras la celebración del sacramento de la penitencia, la procesión de las Lágrimas de San Pedro, también denominada del Silencio, arrancó en la explanada del Campo Valdés. Bastó con escuchar el característico sonido de la carraca para que los hermanos de la Santa Vera Cruz, con sus trajes grises y morados, se echaran al hombro los pasos de La Flagelación -con Jesús amarrado a la columna- y el de las Lágrimas de San Pedro -con el gallo que simboliza las tres negaciones de San Pedro- para iniciar su recorrido hacia la iglesia de San José. «¡Atentos, al hombro!», gritó Patricia Menéndez, jefa de paso.

Los nazarenos del Santo Sepulcro y los de la Santa Misericordia precedieron a un centenar de cofrades de la Santa Vera Cruz, la hermandad que organizó la procesión del Martes Santo. Ocho mujeres fueron las encargadas de portar la imagen de las Lágrimas de San Pedro y otros veinte miembros de la hermandad llevaron el paso de La Flagelación, que en esta ocasión sufrió algunos cambios, especialmente en sus adornos florales. «Lo hemos reformado completamente. Se han hecho una serie de modificaciones para resaltar las tallas, las flores y la luz. Antes iban muy encajonadas y no lucían», destacó el hermano mayor de la Santa Vera Cruz, Juan Antonio Rodríguez-Pládano, mientras señalaba las rosas, iris, estatis, cardos naturales y astromelias que llenaban de color a los dos pasos.

Entre ambas imágenes, la banda joven de tambores de la Vera Cruz marcaba el compás a golpe de bombo y caja. En la última fila, el párroco de San José, Fernando Llenín; el maestre de la cofradía del Santo Sepulcro, Alejandro Vallaure, y el abad de la cofradía de las Tres Caídas de Jesús Nazareno de San Andrés de Rabanedo (León), Alfredo Sánchez, acompañaron a Rodríguez-Pládano.

Detrás de ellos, muchos fieles admiraban los movimientos de los cofrades y las figuras que sobresalieron durante todo el trayecto. «Se nota que han evolucionado y mejorado mucho. Es muy emocionante», comentaron Ángeles García y Gloria Argüelles, que aplaudieron que la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Gijón haya recibido la Medalla de Plata de la villa. «Se lo merecían porque desde hace muchos años no han dejado de trabajar por la Semana Santa en Gijón», agregaron.

La comitiva religiosa cruzó la plaza Mayor para después encontrarse con la estatua de Pelayo en la del Marqués. A unos metros, el termómetro de los Jardines de la Reina, que marcaba 7 grados, confirmaba las sensaciones de los devotos presentes. «El tiempo no ha acompañado, pero merece mucho la pena venir y hacer un pequeño esfuerzo. Al ser en silencio es emotiva y solemne», expresó Raquel Ostáriz, junto a su hija de 8 años, Corina Corral. Madre e hija son cofrades de la Santa Vera Cruz y afirman que «venimos siempre». «Si somos padres cristianos y queremos educar a nuestros hijos en la fe católica, tenemos que acompañarlos en estos momentos», subrayó Ostáriz.

Prácticamente una hora más tarde del comienzo de la procesión del Silencio, los penitentes se adentraron en el barrio del Carmen tras pasar por las calles Zamora, Linares Rivas y Blanca de los Ríos. Allí amenazaron algunas gotas de lluvia que finalmente no supusieron ningún problema para que la procesión del Silencio continuara su recorrido. Por segundo año consecutivo, los penitentes superaron la calle Álvarez Garaya y se recogieron en la iglesia de San José. Con el recibimiento musical de las trompetas, Fernando Llenín, el párroco de San José, les abrió las puertas del templo cuando apenas restaban cinco minutos para las diez de la noche. «Hemos procesionado con mucha intensidad. El tiempo nos ha acompañado. Mañana será otro día. Podéis ir en paz», proclamó Llenín.

Al finalizar con éxito la procesión, los hermanos de las tres cofradías gijonesas se felicitaron por haber podido completar un recorrido que peligró hasta última hora por la lluvia. «Hemos podido procesionar con la ilusión de sacar el paso renovado y de volver a poner a la gente en la calle», celebró Rodríguez-Pládano, que definió a la celebración como «una procesión muy emocionante». «Me he fijado que ha habido gente durante todo el recorrido e incluso a la llegada», culminó.

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