El enésimo varapalo a una infraestructura clave: Los barrios y parroquias afectados

La Calzada se cansó de los camiones

Residentes y comercios próximos a Cuatro Caminos exigen salvar "el pulmón verde de Jove": "Una autovía allí nos afecta"

Calcula Chus Díaz que su estirpe trabaja en La Calzada desde hace, al menos, 200 años. De su abuelo y de su padre heredó un legado que defiende ahora junto a su familia en el puesto de lotería número 27, ubicado en plena avenida de la Argentina, a pocos metros de Cuatro Caminos. "Siempre hubo contaminación: si soplaba el viento gallego llegaba la de Ensidesa y, si venía del otro lado, llegaba el olor de la pellejería", asegura. A pocos metros de su negocio José Joaquín Argüelles le recortaba ayer las puntas a Ceferino Alonso en su peluquería y se mostraba más tajante. "Llevo viviendo aquí desde 1971 y son ya muchos años esperando. Que quieran hacer ahora una autovía por Jove es ya reírse de la gente", reprocha. A los dos les entra la risa floja cuando se les pregunta por el fiasco del proyecto del vial soterrado, un plan que ambos daban por firme y que les iba a alejar por fin los camiones del barrio. "Ahora resulta que quieren cargarse el único pulmón verde que nos queda en la zona. Una autovía en Jove afecta a La Calzada", asevera el peluquero.

Carlos Arias, presidente vecinal de La Calzada, se pasea por el barrio acompañado por algunos de sus "míticos". El punto de encuentro es el Ateneo y Paquita Narváez, Indalecio Rodríguez y Salvador Menéndez llegan los primeros, con un cuarto de hora de antelación. Ambos llevan también muchos años vinculados a la asociación vecinal y tienen en la cabeza una radiografía del barrio y su evolución en el último medio siglo. Temen que Paquito (Francisco Jesús Suárez) se retrase, pero llega casi al mismo tiempo que Arias, ambos puntuales. Los cinco echan a andar hacia Cuatro Caminos, pero, cuando se ponen a pensar en negocios míticos de la zona que puedan arrojar una visión histórica sobre el impacto de la contaminación en el barrio, se dan cuenta de que la mayoría ya cerraron. Nombran a varios por nombre. Arias recuerda la librería Calatras, que presidía el entronque, y donde toda su generación aprendió mecanografía. "El barrio cambió mucho, pero ya de aquella sufríamos por este tema. Siempre hubo mucha industria", asegura Narváez. Suárez cita como ejemplo las protestas contra la pellejería, un negocio cerrado hace décadas pero que los vecinos más veteranos sienten que aun pueden oler. Y Rodríguez (original de Muros del Nalón, pero "adoptado" por Gijón por su trayectoria futbolística en los años 70) menciona los astilleros, donde él mismo trabajó hasta prejubilarse. "De la contaminación aquí se habló siempre", afirma. "Es nuestra historia", razona Narváez.

Con el vial de Jove, sin embargo, en La Calzada se creía que el trabajo estaba ya hecho. Porque ya se había peleado en su día. Aquellas marchas de los años 90 no hubiesen sido las mismas sin la asociación "Alfonso Camín" de por medio. Ahora, la agrupación abandera también lo que apunta con que serán nuevas movilizaciones de gran alcance. Argüelles ya tiene colgado en su escaparate el nuevo logo de protesta –un corazón roto atravesado por una autovía– y, advierte: "Cuando digo que el Ministerio se ríe de la gente me refiero también a nuestros representantes. Si yo soy alcalde y veo que no me recibe el ministro, ya me hubiese ido. Les han faltado el respeto y nos están tomando el pelo a todos".

Por el entorno de Fátima, a pocos metros de la estatua de José María Bardales, estaban a un banco al sol las vecinas Matilde Pascual, Severina Fernández y Maximina Oviedo. "Yo la contaminación, la verdad, no la noto en el día a día, pero dicen que ahí está", dice esta última. "Limpiando las ventanas sí que se nota", apostilla la segunda. "Hay días que salen las bayetas negras, y creo que por El Lauredal están aún peor", coincide la primera. Sobre el vial de Jove, sin embargo, estas tres jubiladas ya han perdido el hilo. Oviedo escuchó que con el proyecto que se tenía pensado hacer se ponían viviendas en peligro. Las otras dos preguntas que por dónde van a pasar los camiones, entonces, y miran a Indalecio Rodríguez como buscando una respuesta. "En eso mismo estamos", les dice.

En el parque frente a la iglesia Julia Pacho sujeta a su nieto, Rodrigo Ordorica, que tiene un año y medio. Le hacen fiestas otros dos vecinos del barrio: Telvi Fernández y Miguel Cortés. "A veces parece que vivimos al lado de una mina", se lamenta Pacho. "Es increíble que, después de 30 años dándole vueltas al proyecto, ahora digan que no se puede hacer por el tema del túnel", reprocha Fernández. "¿No pueden poner a geólogos a estudiar el tema?", se pregunta Cortés. Junto al parque, más apurada y mirando al cielo –un amago de tormenta a media tarde obligó a sacar los paraguas–, caminaba Esperanza Fernández, vecina veterana del barrio y exedil socialista en el Ayuntamiento hasta 2015. Aprovecha para pedir que se reponga el monolito en honor al sacerdote que presidía el parque y que ahora luce sin placa y, sobre el vial, urge "buscar ya una solución". "Los vecinos están hartos; llevan tres décadas esperando".

Suscríbete para seguir leyendo