Entrevista | Emma Nogueiro Escritora, publica "Querido Nano", homenaje a su compañero Fernando Sánchez Dragó

"Quiero que esta novela sirva para que la gente conozca mejor a Fernando Sánchez Dragó"

"Uno de los epitafios que él tenía pensado para su muerte era ‘Cuidó de los suyos y escribió’, y realmente eso es lo que hizo toda su vida"

La gijonesa Emma Nogueiro

La gijonesa Emma Nogueiro / Carlos Ruiz

A. Rubiera

A. Rubiera

Emma Nogueiro (Gijón, 1993) fue la última compañera de vida de Fernando Sánchez Dragó (1936-2023). Ahora la asturiana debuta en la literatura con "Querido Nano" (Planeta), un libro donde pone voz a Elena Dragó, madre del escritor, y a través de las cartas que se enviaron en vida madre e hijo reconstruye la vida del carismático autor. La obra permite una nueva y más íntima aproximación a Sánchez Dragó y sirve como una crónica de la España de posguerra.

Para Noguerio, afincada en Madrid desde que empezó la carrera de Periodismo, terminar el libro fue el mejor bálsamo que alivió su duelo en los primeros meses tras la pérdida de su gran amor y ahora, justo cuando se cumple un año del fallecimiento, la presentación de su estreno literario es otro buen remedio contra la pena.

–Un año sin Fernando Sánchez Dragó. ¿Cómo lo lleva?

–Su falta es un hueco que nunca se va a llenar del todo. Aunque estos días, con la ilusión de publicar libro y, de alguna forma, rendirle homenaje poniendo negro sobre blanco su vida más particular, familiar, su vida de aventuras y demás, siento que remite un poco el dolor y la pérdida. Pero, inevitablemente, cuando se te va una persona tan cercana como lo era Fernando para mí, es muy duro. Y más al ocurrir de una manera tan repentina como ocurrió. Porque Fernando no envejeció, nunca estuvo enfermo. Fue de golpe y porrazo.

–No sé si ser la pareja veinteañera de un hombre de 86 años permite llevar mejor el duelo, en el sentido de que se hubieran preparado para esa separación que solo por lógica, era muy posible que le llegara antes a él.

–La muerte es parte del ciclo de la vida, está claro. Y Fernando era un devoto absoluto del tema de la muerte: había estudiado, leído y escrito sobre la muerte, y le interesaba muchísimo lo que puede haber después. Por eso, muchas de nuestras conversaciones giraban en torno a la muerte. Pero siendo yo consciente de que este momento podía llegar, la miraba con superstición y me decía, "mejor no la invoquemos, ya llegará cuando sea".

–Publicó una carta tras su muerte en la que recordaba a su compañero y le lanzaba esa pregunta tan humana de: "...dime ahora cómo hago algo bueno de esta morriña". ¿Es esta novela eso que buscaba?

–De alguna forma sí. Y más aún porque es una forma de recordarle. Esta novela estaba escrita antes de que él muriese y alcanzó a leerla hasta la mitad. Así que para mí corregir la novela, pergeñarla, terminarla y entregarla a la editorial, algo que hice casi en las semanas inmediatas a su muerte, me acompañó mucho. Fue como mantener una conversación todavía con él y decirle aquí estoy, aquí está esta novela que quiero que sirva para que la gente te conozca mejor, o ese es mi deseo. Así que sí me ha servido; fue un acompañamiento.

–¿Cómo surge este proyecto, a medias entre género epistolar, biografía, testimonio, novela...?

–En el año 2020 tuve acceso a su archivo, que estaba en su casa de Soria, y ahí encontré un baúl un poco destartalado, un poco misterioso. Al abrirlo apareció mucha correspondencia. Fundamentalmente, cartas de él a su madre, pero también hay alguna de sus amigos, sus parejas... Recorren desde el año 56 al 80, pasando por las épocas de Universidad, de activismo político, de encarcelamiento en Carabanchel, del exilio, sus viajes por todo el mundo... Y todo eso es real. Mi inspiración han sido las cartas y son el hilo conductor. Luego yo lo he novelado un poco para darle la forma al libro. La magia que tiene para mí es que retrata a una persona que ha sido hijo, marido, padre, escritor, viajero, aventurero... y va más allá de la idea que se ha ido haciendo la gente de él por los medios de comunicación, y que no es la correcta. Puede parecer un poco ficción una vida tan plagada de aventuras, de sucesos extraños, de viajes... pero es todo tal cual le sucedió.

–Parecía que de Sánchez Dragó se conocía casi todo, pero con este libro ya no lo parece tanto.

–La realidad de las personas está en su vida íntima, en su vida familiar, en cómo es en su círculo cercano. Uno de los epitafios que Fernando tenía pensado era: "Cuidó de los suyos y escribió". Y es real, porque se pasó la vida haciendo eso. Pero era una persona pública y en esos casos, como ocurre con otros, creo que hay un Fernando personaje y un Fernando persona. Detrás del personaje había muchísimo más.

–De hecho, creo que a usted misma le pasó y que a la Emma veinteañera no le gustaba Sánchez Dragó, o no le caía especialmente bien.

–Efectivamente; le conozco con 23-24 años y por entonces no le había leído mucho porque para mí era más el Dragó personaje. Le hice una entrevista y tardé 15 minutos en admitir que estaba equivocada de cabo a rabo. Y en todos los años que compartimos me demostró lo que era: un hombre generosísimo, bueno, optimista a ultranza y alguien que convertía los problemas en soluciones. Una persona mágica.

–Usted describe la despreocupación con la que se tomaba la vida.

–A Fernando hay dos frases que le han acompañado siempre. "Nada importa nada", de un filósofo presocrático, y la de Jung, "la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir". Y con esas premisas, él entendió que la vida hay que ir por ella en patinete, sin pararse en lo anecdótico. A todo le sacaba la parte positiva.

–También es una novela con la que se descubre a su madre.

–He querido demostrar lealtad y rendir homenaje a Fernando con el libro, pero también a su madre que era un "mujerón". Se queda viuda de guerra a un mes de nacer su primer hijo, Fernando, y al año siguiente recorre España, un país en llamas, en busca de este marido que nunca volvió a aparecer. Tiene una vida interesantísima. Gran parte del carácter de Fernando viene de esa madre, de la libertad, la tolerancia, el cariño y la buena gestión de la relación materno-filial que tuvo Elena. Es otro personaje a tener en cuenta.

–Alguna vez trajo a Fernando Sánchez Dragó por su Asturias?

–Nunca; no hubo oportunidad.

–¿De verdad de niño Sánchez Dragó montó un periódico que vendía a sus familires que llamó "La nueva España"?

–Sí. Qué gracia. Cuando encuentro ese ejemplar en su archivo, y me cuenta que lo alquilaba por unos duros a sus familiares, no me lo podía creer. Le dije que era el periódico de mi tierra y donde yo había hecho mis primeras prácticas.

–Si me permite una broma... Con la capacidad de enamorarse que tenía Sánchez Dragó no sé si no le hubiera querido menos de haber vivido más años juntos...

–No, no, no. Es verdad que tuvo una vida amorosa muy prolífica, pero cuando yo le conocí ya estaba muy tranquilito. Así que creo que, en ese sentido, no había riesgo.

–"Después de tí, no habrá después, amor mío". Se lo escribió usted en esa carta de despedida tras su muerte. ¿Lo mantiene?

–Sí, porque Fernando ha sido una de esas personas que pasa por la vida dejando una estela, un perfume. Lo hay que aprovechar cuando pasa, porque igual no vuelva a sucederte nunca. La frase es de una película de posguerra que nos encantaba a los dos y creo que es real. La vida ahora para mí es diferente, es otra.

–¿Cuánta pena le produce que su primer libro no lo haya podido ver publicado su amor y maestro?

–Fernando lo llegó a leer. En el epílogo aparecen reproducidos fragmentos de una carta que él me escribió tras esa lectura. Cuando recibí el libro impreso pensé lo que me hubiese gustado que él lo tocara. Pero me quedo con que lo que estaba leyendo le estaba gustando.

–¿Tuvieron que escuchar mucho por ser una pareja con tanta diferencia de edad?

–No tanto, no tanto. Menos de lo que imaginaba. Con Fernando se aprendía que el único juicio que importa es el de tu conciencia y que mientras no hagas daño a nadie...

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