Entrevista | Carmen Valdés Gómez Médica del Equipo de Soporte de Atención Domiciliaria

"Cada vez hay más demanda por el número de consultas y la población envejecida"

"Morir vamos a hacerlo todos, pero hay que pasar ese último periodo en las mejores condiciones físicas, psicológicas y emocionales posibles"

Carmen Valdés, coordinadora de los ESAD en el centro de salud de Laviada.

Carmen Valdés, coordinadora de los ESAD en el centro de salud de Laviada. / Ángel González

Carmen Valdés Gómez (Gijón, 1962) integra el Equipo de Soporte de Atención Domiciliaria (ESAD) del área sanitaria V, con base en el centro de salud de Laviada. También lo coordina de forma oficiosa. Un servicio que en septiembre de este 2024 cumplirá 24 años en el Principado y que, como asegura Valdés, es crucial para atender a los enfermos en las fases finales de sus vidas. "Como sociedad, no podemos mirar para otro lado", subraya.

–¿En qué consiste la labor del ESAD?

–Apoyamos a los compañeros de los centros de salud en los cuidados paliativos a los pacientes, que no son exclusivamente cosa nuestra. Cuando hay casos con especial complejidad, que se requieran técnicas más específicas o para el control de síntomas, nos llaman. Atendemos a pacientes en situaciones de enfermedad terminal, nos los derivan los oncólogos y otros servicios hospitalarios.

–¿Cuál es el perfil de los pacientes?

–El 90% son oncológicos y el restante puede padecer enfermedades neurodegenerativas o tener insuficiencia cardiaca, renal, respiratoria… La edad media es de unos 70 años.

–¿A cuántas familias han atendido en estas más de dos décadas?

–Llevamos más de 6.000 familias atendidas. El año pasado, por ejemplo, fueron alrededor de 370.

–¿De qué constan los equipos?

–Hay tres, cada uno con médico y enfermera. Habrá también un cuarto médico pensando en que más adelante se añada un cuarto equipo. Como soporte hay un auxiliar administrativo y un Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería.

–Fue en 2022 cuando el Servicio de Salud del Principado sumó esa tercera unidad en el área sanitaria V.

–Sí, durante 22 años fuimos solamente dos equipos, el único servicio del mundo que no aumentó en ese tiempo (ríe). La Administración no veía la necesidad, pero nosotros sí. Es fundamental que haya más personal. De aquella era imposible atender la demanda. Por muchas horas que echáramos estaba la sensación de que nunca hacías lo suficiente. Ahora no solemos tener a gente en espera.

–¿Qué valor cree que tiene su trabajo?

–Atender en las mejores condiciones posibles el final de la vida es algo ante lo que, como sociedad, no podemos mirar para otro lado. Es irrenunciable. Morir vamos a morir todos, pero hay que pasar ese último periodo en las mejores condiciones físicas, psicológicas y emocionales. Hay pacientes con cáncer sin muchos síntomas, pero otros tienen algunos tremendos como dolor, fatiga, vómitos, ansiedad, etc. Para que esa gente pueda estar en casa debe haber una atención cercana y para eso estamos nosotros.

–¿Cómo de primordial era incrementar el dispositivo en el área sanitaria V?

–Imprescindible. Llevábamos años pidiéndolo porque no éramos capaces de atender toda la ayuda que nos pedían los compañeros. Era una situación agobiante no llegar a toda la gente que nos llamaba. Desde que somos tres equipos la situación mejoró muchísimo, pero si falta uno es catastrófico. Cada vez la demanda es mayor porque hay más consultas y la población está envejecida.

–¿Qué proceso sigue su coordinación con los centros de salud?

–Nos llaman y nos cuentan qué le ocurre al paciente y nosotros contactamos con la familia. Es una profesión muy agradecida porque estamos para ayudar. Son situaciones de mucha fragilidad y lo que aportamos ayuda muchísimo, por poco que sea. Siempre obtenemos muestras de agradecimiento.

–A nivel técnico, ¿en qué se apoyan?

–Tenemos un portátil para volcar la información y que quede reflejada en la historia clínica del paciente. Desde hace un mes tenemos un ecógrafo que ayuda para la realización de técnicas. En ocasiones hay que dar medicación por vía subcutánea, sacar líquidos... A los sitios procuramos ir siempre los dos del equipo, ya que hay que atender al paciente y a la familia.

–¿Cómo es la relación con los pacientes?

–Hay momentos muy duros porque te enfrentas a la muerte del otro y son personas cercanas por edad o circunstancias. A los pacientes se les coge cariño, es inevitable. Procuramos ser empáticos, pero también somos profesionales. Es fundamental llevarse bien entre el equipo porque estamos trabajando juntos todo el tiempo.

–¿La mayoría fallecen en su domicilio?

–Alrededor de un 70% de los que llevamos nosotros, aunque eso depende sobre todo de la familia. Si no hay alguien que les atienda... Otro porcentaje fallece en el hospital de Cruz Roja, en la unidad de cuidados paliativos, que hacen una labor buenísima con una gran sensibilidad. Por otra parte, tenemos compañeros en formación, residentes de medicina de familia y de enfermería comunitaria. Van rotando. Son el futuro, los que nos van a cuidar, y es gratificante que quieran venir.

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