Así se celebraba el Corpus Christi en Gijón: un repaso a la historia en ocho imágenes

La celebración de una festividad religiosa en la que durante muchos años fue obligatoria la presencia del Alcalde y todos los concejales del Ayuntamiento

Luis Miguel Piñera

Luis Miguel Piñera

El Corpus Christi lo celebra la Iglesia católica por lo menos desde el siglo XIV. La festividad es sesenta días después del Domingo de Resurrección, por tanto siempre un jueves: el jueves que sigue al noveno domingo después de la primera luna llena de primavera. En este año 2024 el Día de Corpus Christi es el jueves 30 de mayo. Hace tiempo, y por motivos laborales, en algunas localidades la festividad fue trasladada al domingo siguiente.

En el antiguo Gijón había, al menos, tres festividades religiosas en las que el alcalde y los concejales participaban en las procesiones. Obligada era la presencia de los ediles en el Corpus Christi, en el día de San Pedro y en la fiesta de la Candelaria el 2 de febrero, siempre con la iglesia de San Pedro como centro. Agustín Guzmán Sancho en sus investigaciones añade también otros eventos como rogativas públicas o acciones de gracias. Rogativas para pedir lluvia, pedir que cesase alguna guerra, en tiempos de peste e incluso para pedir un buen parto para alguna reina.

Por otro lado, en Gijón se celebró durante muchos años la Octava del Corpus, con procesión incluida. Era el jueves siguiente al Corpus Christi (este año sería el 6 de junio), y se conocía popularmente como la "Octavina del Conventín". Eso porque eran muy solemnes y populares los actos en el convento de las madres agustinas, que estaba situado entre la actual travesía del Convento y la calle de San Agustín. Cuando en el año 1949 se derribó el Conventín las monjas pasaron a Somió, pero allí curiosamente siguió llamándose "La Octavina del Conventín".

Nunca en la procesión del Corpus Christi gijonés desfilaron figuras de gigantones y gigantillas (origen de los gigantes y cabezudos) ni la tarasca. Sí lo hicieron (y lo hacen actualmente) en algunas ciudades mezclando lo divino con lo profano. La tarasca era una especie de dragón de madera y otros materiales que, repintado y restaurado cada año, era gobernado por varios hombres ocultos debajo, "unos ganapanes". Asustaba con sus fauces a los asistentes a la procesión, amenazando con mordeduras, con "tarascadas". Investigaciones de Luis Argüelles demuestran que en Asturias solamente en el Corpus de Oviedo participaba la tarasca. Fue durante muy pocos años. Las profesoras Yayoi Kawamura y Celsa Carmen García Valdés citan en sus trabajos la presencia de la tarasca en Oviedo solamente entre los años 1668 y 1681, y acompañada por seis figuras de gigantes.

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