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Crítica / Música

El futuro ya está aquí

A lo grande. Así se planteó el "Concierto Jóvenes Solistas" que el Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón celebró el pasado viernes para cerrar el año académico. Músicos vestidos de gala, el teatro de la Laboral como marco y un repertorio de grandes obras con el que los solistas pudieron brillar acompañados por una orquesta sólida y solvente que demostró su versatilidad bajo la batuta de Antonio Ribera Soler.

El arranque fue clásico, un tanto liviano, pero acertado como preludio a lo que vendría después. El primer movimiento de la "Sinfonía nº 1" de Beethoven sonó ágil, con un tempo regular, como corresponde a una obra más clásica que romántica.

A continuación comenzaron a desfilar los solistas. Primero el bailarín Nicolás Alcázar, que dio muestras de agilidad y dominio del gesto en la variación del paso a tres del Acto 1 de "El lago de los cisnes" y en la variación del paso a dos del ballet "Diana y Acteón" de Dvorak. En esta primera parte del concierto también sonó la adaptación para chelo y orquesta de la obra "Silent Woods", también de Dvorak, una pieza compleja por sus cromatismos y sus largas notas tenidas que resolvió de forma correcta el chelista Gabriel González Rodero.

Los platos fuertes llegaron en la segunda parte, en la que pudimos observar la destreza y el saber hacer de los pianistas del conservatorio con dos obras difíciles de interpretar, tanto por su lenguaje como por lo conocidas que resultan al público.

Adriana Méndez salió decidida a sacarle todo el sentimiento al primer movimiento del "Concierto nº 1 en Si bemol menor" de Tchaikovsky, y no defraudó, especialmente en las partes a solo, en las que supo jugar con el tempo para imprimir la carga dramática que precisa esta obra.

A continuación, Pelayo Fernández Arias hizo brillar el "Allegro Scherzando" del "Concierto para piano nº 2 en Do menor" de Rachmaninov; especialmente notable resultó su buen entendimiento con la orquesta, con la que estableció diálogos ágiles y fluidos, así como su determinación, ímpetu y virtuosismo a lo largo de toda la obra. Ambos solistas tuvieron que volver a las tablas para agradecer la justa ovación del público.

Como cierre, una nueva obra de conjunto, la "Danza ritual del fuego" del "Amor brujo" de Manuel de Falla, que conmemora en este 2015 el centenario de su estreno. Un guiño al repertorio español con una pieza cargada de matices y exigente para los diferentes grupos de instrumentos de la orquesta, especialmente para el primer oboe, que recibió los aplausos de los presentes.

Así culminó un concierto que podemos calificar de valiente, por la elección del repertorio, y que sirvió para comprobar los talentos que se están forjando y que ya comienzan a brillar en el Conservatorio Profesional de Música y Danza de nuestra ciudad.

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