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De pies, paellas y tragedias

Dudo mucho que haya reflexión en toda la batería de información que nos entra a diario por Facebook

Los pies. Siempre los pies. Y al fondo, la playa. El mar unido al cielo. Ambos de un azul inmenso. Y quizás un poco de arena. Sí, un poco de arena y algo del estampado de la toalla. En todo caso, no demasiado. Solo un par de rayas de felpa porque lo que importa, lo que realmente importa, es que salgan los pies. Esos pies grandes (ellos), de uñas pintadas (ellas), de incipiente juanete o morenos. Pies alegres que se juntan en el talón en plan distendido. Pies más serios, los que se mantienen rectos y en paralelo.

En todo caso, pies que irrumpen e interrumpen el paisaje, que es lo que debería ser retratado, pero que en facebook, que es donde abundan estas imágenes que marcan vacaciones y principios de verano, siempre ocupan un segundo plano.

Es el ego que todo lo puede. Más en una red social donde lo personal supone el principal alimento. Yo pienso, yo creo, yo opino, yo he estado, yo he visto?

Una paella. Siempre una paella. Algunas en la paellera. Otras en el plato con el limón cortado en cuatro y el tenedor a un lado, aun enrollado en la servilleta, igual que la alfombra que ocultaba Cleopatra. Y el mantel debajo, asomando. De papel, que es verano. De tela, si la paella es en una terraza y no en el chiringuito playero. En todo caso, una paella; la fotografía de una paella para ser más exactos. Yo estoy comiendo, yo me voy a dar un homenaje, a mi me gusta, a mi me encanta?

Y no pasa nada. ¿Qué hay de malo en ello? ¿Qué hay de malo en tener un espacio virtual donde exponer nuestra identidad, y es más, donde poder enseñar solo lo que queremos mostrar? , y ¿qué importa si queremos destinar a esa misión, la de exhibirnos y mirar a los demás, toda nuestra energía o tiempo? No debería importar, total, es virtual? pero ojo, que lo que allí se publica puede ser intrascendente pero no por ello irreal.

Y ahí está uno de los mayores peligros de facebook, porque eso es algo que la red social no va a valorar. Las publicaciones no tienen más jerarquía y orden de aparición que la hora a la que fueron redactadas y la respuesta que van teniendo de otros usuarios.

Así, en apenas unos segundos uno puede ver en la pantalla de su ordenador, móvil o tablet un video de un gato vestido de sevillana bailando sobre la lavadora , un articulo enlazado del Times o del 20 Minutos -tanto da-, un suceso escabroso, un videoclip de hace veinte años, la felicitación de un cumpleaños, el tráiler de la peli de los Minions, otro asesinato por violencia de género, Kate Mosh y Cara Delevingne anunciando Mango, otro video de bebés durmiéndose encima de los platos de comida, la cámara húngara que puso la zancadilla a los refugiados, la niña de la Voz Kids diciendo que quiere estudiar para notario, otro video de gatos disfrazados y de repente, ahí en medio, la foto de Aylan muerto en la orilla. Y es real. Totalmente real. Sin embargo ¿lo asimilamos así? ¿es posible darle un valor trascendental en medio de ese torrente de publicaciones, las más de ellas frívolas, amarillistas y narcisistas?

No lo creo, la verdad. Se me hace muy difícil pensar que puede haber reflexión, al menos, una reflexión en profundidad, cuando aun con el estremecimiento de la imagen de ese pobre niño muerto ya hay encima otra imagen de unos pies en la playa o una paella. Ahí queda enmarcada la miseria. Hasta ahí está banalizada la tragedia.

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