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Abogada

El Supremo y su postura ante Bankia

Estos días hemos conocido una valiente decisión de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo: en una sentencia que abre las puertas a que miles de afectados inicien reclamaciones similares, el Tribunal ha confirmado que la oferta de suscripción de acciones para la salida a Bolsa de Bankia, el 20 de julio de 2011, fue "engañosa", y contenía "grandes inexactitudes" que los pequeños inversores (particulares ahorradores) no podían -ni tenían por qué saber- detectar. La Justicia, como la mujer del César, además de serlo, debe parecerlo, y decisiones como ésta facilitan la reconciliación entre la ciudadanía y los tribunales, que lamentablemente, y no siempre sin culpa, en los últimos tiempos han sido puestos en entredicho con más frecuencia de la que nos gustaría reconocer.

En este caso, los pequeños ahorradores -más de 255.000- invirtieron en una operación que, ahora sabemos, estaba destinada al fracaso, y lo hicieron convencidos por una publicidad engañosa, que no sólo falseaba la realidad de la solvencia económica de la entidad, sino que obviaba la mención de los riesgos que la operación entrañaba. Como resultado, esos pequeños ahorradores perdieron más del 99% de lo invertido. Ahora, el Supremo les confiere amparo, al considerar que fueron engañados: no se trataba de una inversión como otra cualquiera, y de la mera asunción del riesgo que operaciones de este tipo conllevan. Se trata, sencillamente, de que engañaron a la gente, presentando como solvente una empresa que no lo era. El fallo no podía ser otro. Aun así, son cada uno de esos ahorradores, bien sea en demandas colectivas o a título particular, quienes deberán iniciar reclamaciones judiciales para recuperar su dinero, bien solicitando la nulidad del contrato, o reclamando los daños y perjuicios sufridos, pero lo cierto es que esta sentencia augura una postura clara en defensa de esos particulares, que verán por fin restaurado su derecho. Decisiones como ésta, u otras valientes tomadas con anterioridad, como las relativas a las cláusulas suelo o a productos financieros de alto riesgo, tienen un efecto positivo en la sociedad más allá de la mera satisfacción personal de los afectados. Nos hacen evocar la eterna lucha entre David y Goliath, y, siquiera por un instante, volvemos a creer que la ley es igual para todos.

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