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Crítica / Música | Musicólogo

Equilibrio sin sobresaltos

Una vez más, la semana santa llega a la programación sinfónica de la ciudad con una obra de grandes dimensiones. El coro "León de Oro" se sumó a la OSPA para interpretar "La infancia de Cristo", drama sacramental del francés Hector Berlioz que, pese a la cantidad de efectivos que precisa en la escena, no apuesta por la potencia sonora, sino más bien todo lo contrario, por la contención y la sutileza. Si en años anteriores "La Creación" de Haydn o "El sueño de Geronte" de Elgar habían llenado de decibelios el teatro Jovellanos, en esta ocasión la elección dejó mucho espacio para que las geniales melodías de Berlioz se expandieran cómodamente por el auditorio y para que los músicos demostraran su maestría en los matices.

Nada destacó de forma evidente; se impuso el equilibrio y todo estuvo en su sitio.De esta manera salió ganando la obra de Berlioz y los asistentes al concierto, que pudieron disfrutar de más de hora y media ininterrumpida de un drama con afectos y sentimientos contrapuestos, tanto en la narración como en la música. Si la "Sinfonía fantástica" llama la atención por lo avanzado de su lenguaje, en "La infancia de Cristo" encontramos todo lo contrario, tanto la estructura de la obra como su estilo y orquestación nos remiten al pasado, a la última etapa del barroco. Esta composición cuenta con pocas arias lucidas y largos recitativos en solos y dúos que se libran de la monotonía gracias a la creatividad de Berlioz y su gran destreza para orquestar y transformar los motivos de forma natural. La orquesta y el coro mantuvieron la tensión dramática en todo momento y supieron dar con el tono adecuado tanto para imprimir fuerza a la determinación de Herodes (interpretado por Pablo Ruiz en sustitución de Ralf Lukas), como para dar un aire bucólico a la escena de la Sagrada Familia previa al anuncio de los ángeles. En la misma línea sonó la despedida de los pastores y la intervención del narrador, ambas piezas estróficas y con melodías livianas.

La tercera parte es la más lucida: el contrapunto coral, el trío de flautas y arpa, la reflexión final del narrador, en la que el tenor Agustín Prunell-Friend hizo una emocionante interpretación precedida de unas cuerdas que crearon el clima adecuado casi deteniendo el tiempo? Son muchos los ingredientes que se concentran en la resolución de la obra, pero quizás el más destacado fue el coro final a capella, donde el "León de Oro" volvió a demostrar su altísimo nivel. Este coro se maneja muy bien en este lenguaje, y su intervención hizo que el "Amén" se apagara de forma progresiva, sin liberar la tensión en un estruendo catártico. Eso llegó varios segundos después con el aplauso del público, y es que había que tomar aire antes de romper la magia de este final.

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