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La apolítica como opción

Los ciudadanos empiezan a creer que ninguna apuesta electoral es fiable

El panorama nacional, junto con el local autonómico, local y europeo, se viste de elecciones. Unos dicen que estas elecciones generales están convocadas por el nacionalismo catalán, el formado por PPdCAT y ERC. Otros como Pablo Casado se atribuyen el mérito, al parecer por la supuesta presión ejercida por él en estos meses de gobierno del señor Sánchez. Creo, sinceramente, que estamos más próximos a la primera hipótesis. Estas nuevas elecciones son convocadas por un nacionalismo que no confía en un gobierno que no tiene el rédito, ni tan siquiera, de sus principales barones en el PSOE. Lo del relator es la última anécdota de un gobierno abocado al fracaso desde su inicio, de un gobierno que ha mentido a unos y a otros, a los nacionalistas a los que les prometía una cosa, y a los ciudadanos que les decía otra diferente. Un gobierno, también, resentido como aquel de Zapatero, que ha propuesto una reforma de la Ley educativa el mismo día que convocaba elecciones con el único objetivo no de mejorar la educación en España, sino de enturbiar y perseguir las mismas fijaciones de siempre.

El principal problema con el que se encuentra España en estos momentos es que ninguna opción política es fiable del todo para un futuro y un horizonte tranquilo y próspero. Porque el futuro no creo que pase tampoco por lo que representaba la manifestación en Colón el pasado domingo 10 de febrero. Gracias al Partido Popular, a Ciudadanos y a Foro entre otros, se ha equiparado a VOX como un partido con representación parlamentaria cuando, a día de hoy, no tiene ni un solo diputado. Como en el asunto de las elecciones generales, habrá quién atribuya el "éxito" de convocatoria para sí. Lo cierto, y lo sabe muy bien el Partido Popular (digo el PP en general, no el PP de Casado) y Ciudadanos, aunque se quieran engañar a sí mismos, es que el éxito indiscutible ha sido para VOX. Abascal fue el que convocó y el que congregó a todas las personas desplegadas en Colón. Abascal, junto a Casado y a Rivera, quedó "entronizado" como político nacional a la misma altura que los otros dos. Pablo Casado y Albert Rivera fueron sus teloneros, los que le ayudaron a "llenar" un poco más Colón. Lo que más me sorprende es que Ciudadanos haya cometido este error de cálculo. No me lo esperaba. Al menos evitaron hacer menos ridículo que algunos políticos populares que por poco pierden la respiración con tanta bandera atada al cuello.

Nuestros políticos se empeñan en polarizar España, en convertir el Parlamento en un auténtico circo, y en rebajar la clase política a mediocridad, a vacío, a lucha de egos. Los debates parlamentarios -por llamarlos de algún modo- han dejado de lado los problemas de los españoles para ser el ensayo de los mítines de la campaña electoral. Pablo Casado, en vez de practicar en el espejo de su casa, lo hace en cada intervención parlamentaria. Se gusta y se hace gustar ante los suyos, muy bien, pero eso quizás mejor dejarlo para una Convención nacional donde no faltarán Teodoros que aplaudan al grito de "presidente". En el Congreso se echa en falta, sin duda alguna, el calado, la profundidad y la argucia dialéctica de una política como Soraya Sanz de Santamaría.

Ante este panorama, ¿qué le queda al ciudadano? Aquel que quiere una política responsable, honesta, trabajadora, que luche por el bien común de todos los españoles, parece que su única opción es la apolítica. Si miramos con profundidad los problemas -o los retos- de nuestro país: las cifras de parados, el encarecimiento de la vivienda, la precariedad laboral, la falta de consenso educativo, el desafío soberanista, el descenso de la natalidad, las desigualdades sociales entre autonomías, la insignificancia a nivel europeo y en el ámbito internacional, etcétera. Al mirar todos esos problemas, cuesta identificar un partido político que sea capaz de afrontarlos, y cuesta aún más todavía significarse públicamente por un partido político concreto. Quizás el papel que le queda al ciudadano comprometido es el de hacer "política apolítica" como decía el presidente checo Havel.

Si uno se hace plenamente consciente de la gravedad de la situación política en España, del tipo de políticos que tenemos liderando los principales partidos, y a la vez tiene un mínimo gusto por la política y el bien común, es indudable que se negará rotundamente a ser cómplice de partido político alguno.

Nos quedan tres meses hasta el 28 de abril donde los protagonistas seguirán siendo los mismos: Villarejo y unas grabaciones que evidencian todo lo dicho hasta aquí, el desafío soberanista catalán que ha conseguido -una vez más- tumbar un gobierno y abocarnos a nuevas elecciones y Vox que, sin duda, acaparará los focos de ese juicio en el Supremo que se celebrará a la vez que esta larga precampaña y campaña. Habrá otros, los teloneros, el PSOE de Sánchez o el PP de Casado, que se esforzarán en decir la sandez mayor para tratar de amarrar unos cuantos votos; uno posando con gafas de sol a lo Kennedy, el otro con la bandera de España al cuello acompañado de la sonrisa perenne de Teodoro; uno hablando de un diálogo que ni él se cree, el otro insultando y diciendo palabras bien hiladas, que pueden emocionar al principio, pero que están totalmente ausentes de contenido. Queda por ver si Ciudadanos quiere seguir siendo telonero como en Colón, o ser la verdadera opción de centro en España. En su mano está optar por hablar y dar soluciones a los problemas que les preocupan a los españoles y seguir depurando a esta clase política apoltronada u optar por la política vacía y callejera de Sánchez y Casado. Ante la duda, a día de hoy, parece que la única opción de centro es la apolítica?

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