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Jaime Torner

EE UU elige un camaleón (y II)

Joe Biden ingresó en política con el Partido Republicano, pero, poco después, pasó al Partido Demócrata en la Asamblea del Estado de Delaware. En 1972, llegó al Senado donde, con discursos ambiguos (dando “una de cal y otra de arena”), se alineó con los senadores más poderosos. De su trayectoria política, destacaría:

En primer lugar, Biden mostró un inicial activismo pacifista mientras, posteriormente, estuvo involucrado en varias operaciones internacionales de EE UU (Chile, Argentina, Israel) y, luego, como consejero de los presidentes Carter y Clinton, se implicó en las guerras de Iraq, Bosnia y Afganistán. Biden fue un halcón disfrazado de paloma ante la información privilegiada lograda como miembro del Comité de Asuntos Exteriores del Senado o tras ser invitado al elitista (y masónico) “Club de Bilderberg”.

En segundo lugar, mientras Biden daba discursos a gente desfavorecida también flirteó con los mensajes de supremacía blanca de Robert Byrd (líder del Ku Klux Klan en su juventud y, posteriormente, senador por West Virginia); apoyó abolir parcialmente la “Ley Kennedy de Derechos Civiles” y, consiguientemente, complació a los senadores sureños (demócratas-republicanos).

En tercer lugar, Biden ha mantenido buena relación con las grandes corporaciones que financian sus campañas electorales, aunque le denigrara mendigarles. Así, Bill Gates financió su primera candidatura a la Casa Blanca (1987) para agradecer su defensa del régimen fiscal especial del Estado de Delaware, donde fundó su Microsoft. Otros benefactores han sido Howard Schulz (Starbucks Café), Lauren Powell (Steve Jobs) y, mayormente, George Soros: Según Rudy Giuliani (abogado de Trump), Soros ha “conspirado” para favorecer a Biden). ¿Será verdad? ¿A cambio de qué?

Dicho esto, inquieta su vínculo con el siniestro “lobby económico” de George Soros (oscuro personaje cercano al Partido Demócrata desde la época de Bill Clinton con su “Open Society Foundation” y teórica defensa de derechos humanos); particularmente desde que Biden perteneció al Comité de Justicia del Senado: Así, aun cuando Biden rechazó inicialmente la incorporación de homosexuales en las Fuerzas Armadas, luego rectificó mostrando un perfil feminista ante la Ley de Violencia contra la Mujer. Finalmente, Biden accedió a la Casa Blanca como Vicepresidente de Barack Obama con mayor protagonismo del habitual para su cargo.

En definitiva, creo que Biden es un “camaleón político” cuyos ambiguos discursos lo hacen tan impredecible como Trump. Aun así, su avanzada edad y cuestionada salud (con posible deterioro cognitivo) le implican un incierto futuro; máxime considerando la ambición política de su Vicepresidenta (Kamala Harris, 55 años), senadora radical por California; aparentemente, también cercana al ámbito de Soros y, por sus raíces, al movimiento “Black lives matter” (La vida de los negros importa).

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