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Si no puedes ayudar, no estorbes

Ponerse la vacuna, ya probada y autorizada, es la única manera de acabar con la pandemia

En cualquier accidente, quien no puede ayudar, estorba. El corrillo que se forma, en el que cada uno da su versión y asegura que ya había dicho que aquello tenía que pasar, no aporta nada y molesta mucho a quienes realmente necesitan o pueden aportar ayuda.

Si en vez de accidente hablamos de la pandemia, la cosa se agrava. Durante diez meses, los maestros de todo, los que no saben de nada, nos han ido confundiendo con soluciones, ideas y comentarios que en la mayor parte de los casos no tenían más base científica que la de que lo había dicho “la televisión” o que lo habían leído en el periódico, normalmente uno de esos que mienten más que dicen.

La oposición no es ajena a esta desinformación, en realidad es casi siempre el origen. A falta de méritos propios, magnificar los errores de quienes tienen que lidiar con el problema más grave, desconocido e imprevisto, desde el golpe de estado fascista del 36, ha sido su labor diaria y no ha dudado en recurrir a las mentiras, al insulto, incluso a hablar de asesinatos o a presentar todo tipo de denuncias en los juzgados. El Supremo ha inadmitido las más de cincuenta querellas y denuncias presentadas, pero, entre quienes las presentaron, nadie muestra ningún propósito de enmienda ni se pone colorado, saben que han conseguido su objetivo: confundir y ocupar espacio en los medios. Estorbar.

Esta confusión, interesada, seguramente tiene mucho que ver en que cuando se vislumbra una luz, cuando las vacunas son una realidad, sean muchos quienes tienen dudas y, según publicó este periódico hace unos días, esperarán a que se las pongan otros para ver qué pasa.

¿Quiénes son otros? Todos. Todos somos otros. Esperemos, pues, todos unos por otros y dejemos la casa sin barrer. Descubramos sin son galgos o podencos cuando ya los tengamos encima, cuando no podamos guarecernos. Otros son tus hijos y los míos, nuestros nietos, nuestros padres, nuestros hermanos. Y no, ya no van a hacer de conejillos de indias, las pruebas ya se han realizado gracias a “otros”, que no han dudado, estos sí, en correr riesgos por nosotros.

Hemos estorbado mucho dando opiniones que no nos han pedido, difundiendo vídeos, sin ninguna gracia y dudoso gusto, sobre absurdos efectos secundarios, o yendo de enterados cuando no llegamos a enteradillos. Poner una vacuna, probada, autorizada por la OMS y los departamentos de salud de todos los países avanzados, en la que los laboratorios se juegan su prestigio y mucho dinero, no parece excesivamente arriesgado y es la única posibilidad que tenemos de ayudar y ayudarnos. Si no somos capaces de hacerlo, calladinos, por lo menos no estorbemos.

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