Cimadevilla pide a gritos un nuevo traje porque el encomiable plan especial de reforma interior que empezaron a diseñar Francisco Pol y José Luis Martín en los albores democráticos se ha convertido en un corsé para el desarrollo de proyectos, como la construcción de un hotel en la antigua sede del Puerto. El futuro modelo debería conjugar el respeto hacia el rico patrimonio con un urbanismo capaz de favorecer la actividad comercial y cultural de manera sostenible en una zona muy peculiar por su ubicación y por la tipología de las viviendas. Todos los partidos están abiertos a tejer un acuerdo, pero el gobierno local no se decide a coger la aguja y el dedal a pesar de semejante consenso. Dejar pasar esta oportunidad sería abonar al barrio alto a la nefasta política de los remiendos.
