Al plan para la calidad del aire en la zona oeste de Gijón que llevan meses bosquejando la viceconsejera Nieves Roqueñí y el concejal Aurelio Martín se le ven buenas intenciones, pero tiene lagunas de cara a garantizar su cumplimiento. Está muy bien pedir por escrito que la gran industria y El Musel hagan ingentes esfuerzos para reducir la contaminación atmosférica, pero esa aspiración se quedará en un brindis al sol si no hay dinero para ejecutar las propuestas, por más que las administraciones se reserven resortes sancionadores, que podrían llegar a desencadenar peligrosos efectos secundarios en el caso de que quisieran usarlos. Profundizar en el diálogo con los aludidos, sin caer en paroxismos, es el único camino para que este necesario documento pase del dicho al hecho.