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Javier Gómez Cuesta

¿Un reglamento de laicidad?

La necesidad de proteger la libertad de todos

No me ha extrañado el proyecto de reglamento. Estaba en los 88 puntos de acuerdo con otro partido para formar grupo de gobierno. Padecen una compulsión obsesiva con el estatuto público de la Iglesia y el rechazo rotundo a cualquier acuerdo o reconocimiento. Una herencia casposa de un sector del socialismo español y algo que perteneció a la esencia del comunismo clásico y que quiere imponer el neocomunismo español. Digo español, porque no se da ni en el socialismo europeo ni en el actual comunismo soviético una actitud similar. Putin asiste a los actos religiosos de la Iglesia ortodoxa rusa. Mandó últimamente a la Duma una propuesta para que se incluyera en la nueva Constitución una alusión a la fe en Dios, porque también está en el himno ruso: Patria sagrada… “protegida por Dios”. Pero sigue siendo verdad que “Spain is different”.

Sí, me sorprendió el momento en que trata de imponerlo, cuando los problemas reales y cruciales de la ciudad son muy otros y merecen toda dedicación. A la vista están, desesperando a muchos sectores. No creo que en Gijón estén preocupados por la necesidad de un reglamento de esa cuestión ni el uno por ciento de la ciudadanía. Y más extraño todavía que, desde el Ayuntamiento, se lance una encuesta, que pretende ser un referéndum, con unas preguntas que ya están contestadas por la Constitución Española de 1978 y por las subsiguientes aclaraciones del Tribunal Constitucional que aunque “ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. El Alto Tribunal, por cuatro veces, ha dicho que la interpretación práctica había que entenderla en términos de “laicidad positiva”, porque puede haber otra laicidad negativa interpretada en términos rupturistas.

Por ese camino veo yo que se encauza el reglamento que propugna sobre todo el grupo de “Asturias laica” que ha sido el que presentó la propuesta en el Pleno del Ayuntamiento y que durante años ha venido a molestar e incordiar, sin conseguirlo, la Festividad de San Pedro en el Campos Valdés. Sus actitudes son de “laicismo”, no de laicidad y menos positiva. Califican la actual relación de “nacionalcatolicismo”, como si la nueva Constitución no hubiese superado tiempos pasados que ellos siguen visionariamente creyendo presentes. No quieren que la Iglesia tenga cabida en el espacio público. Las aplicaciones prácticas de esta falsa “neutralidad” es la prohibición de símbolos y actos o manifestaciones religiosas en lugares públicos o la negativa de algunos alcaldes –muy pocos– a hacerse presentes en actos festivos de iniciativa o carácter religioso. Y ahora estamos viendo cómo algunos retiran o derriban cruces falseando ignorantemente que es un signo franquista. Hasta ahí estamos llegando. Como en la viñeta de “El Roto” del martes: ¡Adelante hacia el pasado!

Por otra parte, hay que añadir que no se debe confundir la laicidad del Estado con la “sociedad laica”. La sociedad no es laica, es plural, y la de Gijón, como todas, la conformamos creyentes y no creyentes; la autoridad competente elegida democráticamente ha de estar al servicio de todos y protegiendo la libertad de todos y apreciando y aunando las iniciativas de todos los que contribuyen al bien común. En la larga historia de la vida de Gijón, la Iglesia de este lugar ha jugado un papel espléndido, como se relata en la mayor parte de las versiones históricas de la ciudad. Y los curas, los movimientos apostólicos y las comunidades católicas (católico quiere decir de amplitud universal) de Gijón en este reciente pasado han tenido un papel comprometido y relevante y en varios casos de liderazgo en defensa de las libertades, de los derechos humanos, de defensa de los trabajadores y en iniciativas y obras de carácter social, que han contribuido a este Gijón solidario, tolerante, abierto, ecuménico, jovial, divertido, playu, respetuoso con el modo de pensar de los demás, inclusivo no excluyente, sin barreras segregacionistas. Tanto es así que le expresamos nuestro cariño y pertenencia cantando: “¡Gijón del alma!”. En la formación de los barrios, las parroquias han sido generadoras de vida comunitaria, social y de base reivindicativa para conseguir mejoras importantes y sus bienes materiales han estado siempre al servicio de las necesidades de la vecindad. Se puede decir que los barrios antes fueron parroquias y que los valores allí vividos fueron el embrión de la vida comunitaria. Podría poner varios ejemplos.

La señora alcaldesa tomó personalmente la decisión de no asistir a la festividad de San Pedro y otras celebraciones religiosas. Está en su derecho. Otros alcaldes de su adscripción política asistieron y disfrutaron. En Santiago de Compostela, por ejemplo, el alcalde socialista José Sánchez Bugallo ha protagonizado la ofrenda al Apóstol varias veces con toda naturalidad. Comprendo que ir mal a gusto a una fiesta no es la mejor actitud. Lamento los prejuicios si los hay. Pero debe dejar libertad a que puedan hacerlo los de otros partidos que libremente quieren participar de un evento tradicional de la ciudad. Los que nos reunimos allí somos gijoneses católicos, ciudadanos libres que contribuimos al bien de la ciudad para celebrar la fiesta tradicional y secular de su patrón como han venido haciéndolo nuestros antepasados; como nos reunimos también en El Molinón gijoneses sportingistas. Primero somos gijoneses y luego viene libremente el adjetivo. Los adjetivos calificativos son expresión de libertad manifestada y reconocida.

Según lo leído en los periódicos locales, alguno de los partidos ha propuesto cambiar la fiesta laboral de San Pedro a San Juan, no por San Juan, sino por la hoguera. Sería una traición a la historia de la ciudad. Como en Cudillero el día de la Amuravela podemos decir aquello: “¡Mientras Cudillero viva! Y duri la fuenti'l Cantu va San Pedro a la Ribera ¡Con todus lus demás santus!” Ponemos Gijón y el Campu Valdés y nos lo aplicamos.

No alcanzo a saber qué se pretende con el prometido reglamento y menos que para ello haga falta una encuesta-referéndum. Con lo que dice la Constitución, la práctica de esos cuarenta años que ha sido ejemplar y pacífica logrando una buena colaboración para el bien de los ciudadanos, y con conocimiento y sensibilidad para sentir las tradiciones de Gijón, basta. Si la referencia para la redacción, como dice la prensa, es el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, asusta. Se pasan líneas rojas.

Dada que la encueta-referendum está abierta, animo a participar y expresar con claridad y libertad su opinión y deseo.

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