Al local que durante tanto tiempo ocupó Los Vikingos en el escaso tramo del paseo marítimo que oficialmente lleva el nombre de Muro de San Lorenzo no le hizo falta muchos metros cuadrados para acoger a varias generaciones. Por la barra que durante décadas dominaron sin perder la sonrisa Geli Romero y Andrés Guillamón transitaron de día y de noche todos los que querían dar un bocado, sin rumbo conocido o camino de otro lugar. Aquella puerta abierta al Cantábrico fue testigo de muchas pleamares sin espacio en La Escalerona, de la migración del ocio juvenil de La Arena a Fomento y de millones de historias personales que nunca se pondrán contar. Ahora cierra asediado por la pandemia que no cesa, aunque sus dueños se mudan a un próximo negocio familiar, para alivio general. Sin pretenderlo, crearon uno de esos sitios que, como dice el antropólogo Marc Augé, construyen ciudad.
