Los quince millones que el Estado usará para regar la Zalia a través de la sociedad pública Sepides son un enorme chaparrón de vida para el secarral empresarial en el que se convirtió hace década y media este polígono con aires de grandeza, pero necesario como pocos, por ubicación y posibilidades, para favorecer el progreso de Gijón y del resto de Asturias. El movimiento evidencia que el Principado ha sabido jugar bien sus cartas para convencer a Madrid de que el futuro de la región está estrechamente ligado al desarrollo de suelo industrial, en plena resaca del “efecto Amazon”. Y sitúa el proyecto en un nuevo kilómetro cero, cuando algunos habían perdido ya toda esperanza de que echara a andar. Adaptarlo al nuevo escenario económico será la clave para no tropezar otra vez en la misma piedra.