La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Raúl Suevos

Arrimadas en el entierro de Madariaga

Murió Salvador de Madariaga en diciembre de 1978 a la venerable edad de 92 años y tras una fecunda vida dedicada a la política y la literatura. Su busto acompaña a los de Adenauer, De Gasperi, Churchill y Schuman en la entrada del Consejo de Europa en Estrasburgo. Fue sin duda el español que más aportó a la construcción europea a lo largo de todo el siglo XX, y no se puede decir lo mismo respecto a España porque, desgraciadamente, su voz apenas fue escuchada en medio del ruido que los gritos y la trilita de unos y otros producían.

Don Salvador, era liberal, vislumbraba un espacio de humanidad, entre la radicalidad de izquierdas y derechas, basado en la educación y el pacifismo; un liberalismo que, aplicado al “laberinto” español, hubiera servido para dar espacio a la “tercera” España, algo que describe y señala con claridad en una de sus obras más conocidas, el ensayo “España”, durante muchos años prohibida en nuestro país y en la que muestra como la falta de categoría política o la animadversión personal de los líderes del 36 impidió la creación de un espacio de centro y con ello la formulación de un contrapeso a las tensiones radicales y centrifugas que condujeron a nuestra Guerra incivil.

El europeísmo de Madariaga es posible que lo heredase su sobrino Javier Solana, cuyo puesto en Europa ocupa hoy otro español, Joseph Borrell, sin alcanzar su alto nivel ejecutivo; pero ni uno ni otro tienen mucho que ver con quienes se proclaman, o lo pretenden, representantes del liberalismo español de la mano de Inés Arrimadas, actual cabeza de lo que fue una gran esperanza con un pujante Ciudadanos y que, el pasado fin de semana en Madrid, trató de transmutarse, o quizás sólo cambiar la envoltura, en bandera liberal entre un PSOE radicalizado por Podemos y un PP no menos tensionado por Vox.

Madariaga ponía a las personas por delante de la economía y la política, ese ordenamiento, por encima del juego de escaños, subvenciones, asesores y demás canonjías del juego político, debe ser la seña de la nueva empresa de Arrimadas, a quién dejaron de acompañar elementos de gran valor –pienso en Pagazaurtundua o Nart-, por no creer en el proyecto, y otros que sólo estaban por el interés personal y mejor que se hayan ido; y a la que aún siguen figuras con mucho que aportar. Es un momento crucial para el futuro de la formación, cuya existencia puede ser imprescindible para la salud del sistema político español en su conjunto y cuya desaparición supondría enterrar definitivamente la tercera España de Madariaga y volver a lo de siempre.

Compartir el artículo

stats