El Palacio de los Deportes de La Guía, posteriormente apellidado Presidente Adolfo Suárez con escaso impacto popular (los rebautizos oficiales no suelen calar en Gijón, más allá de lo simbólico) nació hace treinta años de la necesidad de dotar a la ciudad de un equipamiento digno para albergar grandes competiciones deportivas, mirando a El Molinón desde la otra margen del Piles. Pero su vocación siempre fue más allá porque se concibió también para ser sede de acontecimientos musicales y artísticos masivos. Ambos objetivos se han cumplido a lo largo de este tiempo con creces y la instalación se ha convertido, pese a su particular silueta y algunos problemas funcionales más o menos resueltos, en uno de esos recipientes que todo lugar necesita para reencontrarse consigo mismo de vez en cuando. Tiene la enorme virtud de ser ya un símbolo local.
