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Mar Norlander

Crítica / Música

Mar Norlander

La OSPA, un tesoro que hay que cuidar

Con un programa ambicioso a la par que atractivo cuesta entender el porqué de la escasez de público en el último concierto de la temporada que nuestra Orquesta Sinfónica ofreció en el Teatro Jovellanos. Como invitados la joven y brillante violinista Esther Yoo y el director Maximiano Valdés, una de las batutas más queridas de la OSPA tras haber ostentado la titularidad durante dieciséis años hasta 2010.

Escuchamos tres grandes obras cronológicamente inversas en cuanto a fecha de composición, la primera de ellas la suite para orquesta de Ravel “Le Tombeau de Couperin” (1919). Precioso preludio que se balanceaba entre los ornamentos barrocos inspirados en Couperin y esas armonías del siglo XX recién exploradas. Valdés con su discreta gestualidad al frente de la OSPA lograba poner cada sección en su sitio durante los cuatro movimientos sin excesos ni artificios, dejando como protagonista a la propia partitura para que el público pudiera apreciarla en su justa medida.

Tras pequeños cambios en el escenario sonó la partitura más famosa de Max Bruch, el “Concierto para violín nº 1 en sol menor” (1868) en manos de la violinista estadounidense de origen coreano Esther Yoo. ¡Qué magnífica violinista! Ni buscando con lupa encontramos el más mínimo atisbo de imperfección con su Stradivarius. Entre el lirismo de las melodías y la brillantez en la ejecución del tercer y último movimiento, con ese juego de cuerdas dobles y cuádruples, levantó una ovación tan larga que Yoo agradeció con una increíble versión de la melodía infantil “Yankee Doodle”. Grande Yoo.

En la segunda parte escuchamos la “Eroica” (1803), la sinfonía con la que Beethoven abandona el Clasicismo para explorar la colorida armonía y la intensidad del Romanticismo. Me encanta la dirección de Max Valdés, sin concesiones a un efectismo extravagante y sabiendo extraer cada línea melódica y cada tema con intensidad. Valdés, se mostró encantado de haber vuelto momentáneamente al frente de la orquesta y se despidió solicitando al público apoyo para la OSPA. Con su lenguaje no verbal el motivo que argumentó fue: “porque es un verdadero tesoro”. Valdés tiene razón.

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