Entraba en Zamora capital nuestro ilustre viajero en la mañana del 15 de noviembre de 1791 tras haber salido de Corrales del Vino a las 7 de la mañana, y ya vimos como en los accesos por el sur del núcleo urbano zamorano visitaba la capilla de San Atilano, patrón de la ciudad y hoy puerta del cementerio de la capital a orillas del Duero, y los jerónimos ya desaparecidos, pero antes de aposentarse nos indica lo siguiente: "arrabal del Santo Sepulcro, de la religión de San Juan, y más adelante el convento de dominicas de las Dueñas; arrabal llamado los Cabañales, de gente pobre, y al lado un convento de franciscos bien grande. Puente mayor de Zamora, de buena arquitectura, bien ancho y muy firme. A Zamora llegamos a las diez del día y nos llevaron por cuestas hasta la casa del marqués de Valdegema, en donde nos apeamos".

Pequeño fragmento y mucho a desgranar en él ya que cita diferentes lugares y de gran interés. En el arrabal del Santo Sepulcro se conserva aún hoy una de esas joyas del románico zamorano, la iglesia del siglo XII con el mismo nombre, era un monasterio de la orden del Santo Sepulcro, y es que el nacimiento de esta orden está ligada a la devoción que Santa Elena, madre del emperador Constantino y auténtico instaurador del cristianismo en el Imperio Romano, tenía por los Santos Lugares.

Ella en el siglo IV quiso descubrir en Jerusalén el Gólgota y el Santo Sepulcro y mandó levantar el templo llamado de la Anástasis o Gloriosa Resurrección y encargó a unos canónigos, que fueron denominados ya como canónigos sepulcristas, acoger a los peregrinos que se acercaban a Jerusalén. Tras la conquista de la ciudad santa en el siglo VII, fue Godofredo de Bouillón quien restaura el culto, y sustituye a los canónigos ortodoxos por canónigos latinos, a los que puso al frente de la defensa y protección del lugar, y les llamaron caballeros sepulcristas.

En el año 1084, unos mercaderes de Amalfi, cerca de Nápoles, fundaron un hospital para peregrinos justo al lado de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén y la pusieron bajo la advocación de San Juan Bautista. La nueva orden se llamará desde entonces Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén.

En 1489 la orden del Santo Sepulcro se extinguió y la iglesia de Zamora pasó a la otra orden, la de San Juan, como nos indica el propio Jovellanos, y así se mantuvo hasta 1849 que pasa a manos de la abadía de San Frontis. Por cierto que esta abadía francesa nace en el año 976 cuando el obispo Frotaire la mandó construir en Périgueux y fue consagrada en 1047. En el coro albergaba la tumba de San Frontis.

Puente sobre el Duero, en Zamora, que atravesó Jovellanos en su viaje. Pablo Vázquez Otero

Lo que vemos hoy en la pequeña iglesia zamorana consta de una sola nave y ábside con la cabecera plana y torre-campanario desmochada desde hace siglos.

A continuación cita Jovellanos el convento de dominicas de las Dueñas, y hay que clarificar que fue en 1540 tras una crecida del Duero, cuando el convento se traslada al todavía llamado hoy arrabal de Cabañales, ya que estaba en otra ubicación allá por el siglo XIII cuando se consagra oficialmente. El convento, como en muchas ocasiones, tiene una historia sobre su nacimiento ligada al mito y la leyenda, y en este caso tiene una ligazón histórica con el llamado Motín de la Trucha, que aconteció en 1158 y que trajo consigo el incendio de la Iglesia de Santa María la Nueva, aquí es donde entra la leyenda, porque se cuenta que las sagradas formas custodiadas en el Sagrario se salvaron del incendio y fueron a dar a la capilla del convento de las Dueñas atravesando un muro que dejó una hendidura que aún dicen testimonia aquel milagro.

Y todavía cita Jovellanos antes de entrar en Zamora el monasterio de franciscanos "bien grande" y el puente mayor "bien ancho y muy firme".

Pues el monasterio tuvo importancia en los siglos XV y XVI. Debió tener un gran porte arquitectónico, alejado de la mayor sencillez constructiva que tuvo el edificio fundacional hacia 1260. Como tantos otros cenobios durante la Guerra de Independencia fue ocupado por tropas francesas alojadas que destruyeron gran parte del edificio y en 1835, la desamortización y exclaustración de los monjes, abrió un proceso de venta.

Su nuevo uso para albergar la sede de la Fundación Hispano-Lusa Rei Alfonso Henriques ha hecho que partes del edificio hayan sido mantenidas y recuperadas como por ejemplo la cabecera de la iglesia o restos de su ábside del siglo XIV, se conserva también la bodega del convento y una preciosa capilla con bóveda de crucería estrellada, posiblemente del siglo XVI y que se atribuye a Rodrigo Gil de Hontañón.

Y qué decir del magnífico puente sobre el Duero, construido en el siglo XII aunque muy reformado en varias ocasiones. Fue el único punto de unión durante mucho tiempo para comunicar el centro de la ciudad con estos arrabales tan cargados de edificios llenos de historia que Jovellanos nos comenta. Estaba almenado y tenía dos torres defensivas en los extremos, y poseía una capilla anexa dedicada a la Virgen de la Guía, patrona de los caminantes, que también en Asturias tenía y tiene gran devoción, que hoy en día se encuentra en la Iglesia del Santo Sepulcro antes mencionada. Fue en 1712 cuando Antonio de Teja y Pedro Durante hicieron una gran reconstrucción que le dio la imagen más cercana a la actual y la que el mismo don Gaspar vio. Tenia una veleta que se hizo muy famosa y que la gente de Zamora le puso el nombre de "La Gobierna", hoy ya no está in situ sino que se custodia y expone en el Museo de Zamora.

La estancia de nuestro viajero en Zamora fue breve en esta ocasión ya que llega por la mañana pero se va a la mañana siguiente porque el viaje debía continuar, aún así hace esta parada para el descanso en la casa del marqués de Valdegema, título nobiliario que había sido concedido el 14 de julio de 1790, es decir apenas un año antes de pasar Jovellanos por Zamora, a Fermín López Isunza, Altamirano y Escalante, regidor perpetuo de la ciudad.

Así pues el día 16 de noviembre de 1791 sale de Zamora y escribe esto en su Diario: "Mañana fría, sin ser mala; a Cubillas una legua; de aquí a Piedrahita dos, y mucha tierra despoblada y sin cultivo; a Priego otras dos; a Moreruela una. Aquí tuvimos un recibo tan frío como el tiempo; andaban los frailes a magostar en las recreaciones de anteadviento; malo el abad Fr. N. Canaval. Comimos, y sin ver la iglesia ni el archivo, partimos con tarde mala y lluviosa; a dormir a Santovenia, donde estamos en casa del párroco Don Diego Aparicio, hombre fino, joven y al parecer instruido, primo de los Altamiranos, de quien traje carta".

El trayecto aquí mencionado por nuestro ilustre viajero es más que claro, hace unos 45 kilómetros entre Zamora y Santovenia pasando por Cubillas, Piedrahita de Castro, Riego del Camino y ese lugar importante del monasterio de Moreruela al lado de Granja de Moreruela para llegar a descansar a Santovenia.

Hago yo breve parada, menos fría que la citada por Jovellanos, en este monasterio de Moreruela. Y es que este cenobio aúna la belleza artística que sus ruinas poseen y la cautivadora sensación de encontrarse entre sus muros. El origen del Monasterio de Moreruela está ligado a San Froilán, que lo citamos en el capítulo anterior junto a San Atilano, quién más tarde sería Obispo de León y que fue el fundador de la orden a finales del siglo IX. Y es que Moreruela está considerado uno de los primeros monasterios cistercienses de España junto con el de Fitero. Su influencia y apogeo llegó a finales del siglo XIII debido en gran parte a las importantes donaciones que recibió no solo de la nobleza sino también de la realeza.

Estamos ante uno de los más bellos ejemplos del románico español. Pero sus características las vemos en el próximo capítulo junto a los nuevos avatares del viaje de Jovellanos.