Miles de espectadores volverán mañana a mirar al cielo desde la bahía de San Lorenzo para disfrutar de la Noche de los Fuegos tres años después de la última exhibición, que tuvo que ser cancelada en 2020 y en 2021 por culpa de la pandemia. Un paréntesis demasiado largo para cualquiera que sienta pasión por Gijón porque este espectáculo forma parte consustancial de la ciudad por su enorme carga simbólica y emocional. La pirotecnia reunirá de nuevo en la medianoche del 14 al 15 de agosto a familias y grupos de amigos, muchos retornados temporalmente, para un rito que consiste tan solo en el arte de la contemplación, pero que tiene una fuerza unificadora como pocos. Será el colofón, a falta del día de Begoña, a una Semana Grande diferente por distintos motivos. En primer lugar, porque se ha podido desarrollar sin las restricciones de veranos precedentes, con la recuperación del pregón desde el balcón consistorial y los conciertos en Poniente y la plaza Mayor. En segundo, porque la falta de una alternativa a las corridas de toros ha provocado un vacío en la programación con consecuencias económicas, especialmente, para la zona próxima a El Bibio. Y, por último, porque los turistas que inundan las calles en estas fechas han cambiado su conducta ligeramente, según hoteleros y hosteleros, con estancias más cortas y contención del gasto.

Basta con dar un breve paseo por el centro de la ciudad para cerciorarse de que la Semana Grande ha recuperado los niveles de afluencia de 2019 (aunque en los peores momentos de la pandemia no fueron malos). Pero también es cierto que las dos primeras semanas de agosto son una garantía de éxito en Gijón pase lo que pase. Dicho esto, quizás ha llegado el momento de que los gestores municipales se replanteen cambios en la fórmula de cara a próximos años. Porque a la ciudad le sigue faltando un referente que haga tangibles las celebraciones, papel que no puede recaer exclusivamente sobre la Feria de Muestras, ya que su finalidad trasciende lo puramente lúdico. Hace un año, la patronal hostelera trató de sacar adelante un plan para instalar casetas en el paseo de Begoña, que no se retomó en este verano. Sin entrar en el fondo del asunto, fue un intento loable porque puso el foco sobre la ausencia de espacios emblemáticos en la programación de las fiestas. Retomar ese debate, más aún ahora que no hay toros, debería ser una prioridad. La Semana Grande puede y debe ir más allá de los conciertos nocturnos y la Noche de los Fuegos. Está de sobre capacitada para crecer.