La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Raúl Suevos

Movilizando el descontento en Rusia

Parece que el zar de todas las Rusias ha movido ficha declarando una movilización parcial que afectará a los reservistas, es decir, para los que hicieron la mili en España, el Servicio militar obligatorio, los poseedores de la "blanca", aquella cartilla en la que cada año había que pasar revista, hasta los cuarenta años creo recordar, como personal susceptible de ser llamado a filas de nuevo. Esos son los "pringaos" a los que Vladimir les ha amargado el día.

La medida no parece que haya surtido efecto en el ánimo del personal más allá de sus propias fronteras, puesto que, si miramos los índices bursátiles del mundo, indicador muy efectivo en este tipo de situaciones, podemos observar que la bolsa de Moscú cae un 6%, mientras suben las del resto del mundo, incluyendo la muy humilde bolsa madrileña. Todo ello lleva a pensar que la economía mundial no ve mucho peligro en este movimiento de Putin. Ojalá.

La movilización general de reservistas, o parcial como la presente, requiere de unas infraestructuras físicas y de personal que la Rusia actual está lejos de tener. En el mejor de los casos se puede esperar que parte de esos desgraciados sean utilizados para rellenar las bajas que en muchas unidades rusas se han producido durante los últimos meses y que las ha llevado a una situación de casi inoperatividad. Aún así, no es plausible que mejore notoriamente la capacidad de combate de las mismas puesto que, como se viene apreciando en el propio frente ucraniano, las reposiciones de material se están llevando a cabo con medios en deplorable situación de mantenimiento cuyo rendimiento en la batalla está siendo muy inferior al de los ucranianos.

Por otra parte, el desgaste social que suponen las actuales bajas de combate está siendo amortiguado mediante el pago a las familias de sustanciosas indemnizaciones para el estándar económico de las lejanas provincias asiáticas de donde proviene el grueso de la carne de cañón sacrificada en Ucrania. Ahora son hombres los llamados a filas, que en muchos casos cuentan con un vida estable y la responsabilidad de una familia detrás de muchos de ellos, algo que puede generar un enorme descontento con el que, hasta ahora, Vladimir, y los siloviki que lo rodean, no habían tenido que lidiar.

Ayer, en Nueva York, el presidente Draghi, con presencia de Henri Kissinger, hacía hincapié en el inaceptable carácter de la agresión llevada a cabo por Rusia y también a que correspondía exclusivamente a Ucrania decidir cuándo y cómo finalizar la guerra. Mediante negociación se supone.

La parte más difícil de las guerras es el cómo acabarlas y, me temo, Putin se encuentra ahora ante la peor de sus encrucijadas vitales.

Compartir el artículo

stats