Cosas de Finlandia

Sobre la derrota de Sanna Marin

Jesús del Campo

Jesús del Campo

Quedó tercera Sanna Marin en las elecciones finlandesas: una noticia interesante. Los nórdicos tienen cierta querencia por el centro izquierda en la búsqueda de una conjunción, muy nórdica también, de igualdades y libertades. Y ahora los finlandeses se han apartado de esa dirección. Sanna Marin llama la atención por su claridad, su concisión y una notable dosis de encanto personal. Las dos primeras virtudes son dificilísimas de encontrar en la política española, cuyos profesionales tienden a hablar demasiado- por narcisismo, por torpeza expresiva o por las dos cosas a la vez. Hemos soportado muchas penalidades últimamente: la verborrea es una de ellas. Y el encanto personal, a lo que parece, es subjetivo. Un poco como la música: alguien puede ver méritos donde tú no ves ninguno. Pero como en política hay que gustar a la peña si quieres sus votos, también aquí proliferan los intentos de gustar. Sorprende que nadie haya dicho, en el follón de estos días, que quien suma resta. Si te mueves para ganarte el apoyo de alguien, pierdes de inmediato el de quien no ve con buenos ojos a ese alguien. Sumar sin restar es muy complicado. Sánchez está deseoso de ponerle a alguien el signo más; sabe que necesitará apoyos parecidos a los actuales para seguir donde está y convertir a Frankestein en una especie de simpático Sancho Panza: una utopía.

No se entendería nada de lo que pasa en el PSOE sin advertir que alguien supo, en su momento, chutarle complejo de derechista. Sanchez, que sólo piensa en el podio, descuidó esa flaqueza, se olvidó de la socialdemocracia como concepto, permitió la sudamericanizacion empobrecedora de nuestro debate político y soltó, de paso, dos o tres mentiras electorales de calado tan grande que en los países cultos le habrían costado la silla. Sí, sí, en los países cultos: diez minutos de zapping demuestran abrumadoramente que no estamos en esa franja. Y Sánchez perseveró en lo suyo hasta llegara a lo que ahora tenemos. No se puede convertir a tu partido en irreconocible y después esperar que te voten los que antaño te reconocieron. También en eso, elegir es renunciar. Como es evidente que los partidos políticos funcionan con una lógica propia que les empuja a priorizar la supervivencia, tiene su gracia intuir que a veces llega ese raro momento en el que dicen ¡mecachis, los electores! Y les cambia la cara. Y como la política es una industria en la que es fácil medrar con pocos méritos, ahora se renueva ese arte. Sánchez dijo venir a regenerar: en asuntos de transparencia, ciertamente no regeneró nada. Nos queda Sanna Marin, desde luego, tan didáctica y remota en su exótica naturalidad. Habrá quien encuentre más simpática a María Jesús Montero, un suponer; somos un país sureño con todas las consecuencias. En fin. Finlandia: cuántas lecciones.  

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