Síguenos en redes sociales:

Manolas y capirotes

Aficionados al beaterío en las calles

Dice Pumariega, la candidata del PP, y lo hace como si lo que oferta fuera la gran cosa, que si mandan ellos tras las elecciones, cuestión que está por ver, mantendrán las tradiciones de la Semana Santa. ¿Querrá ello decir que nos cubrirán de bollos pascuales o el ayuntamiento colgará de oficio ramos en balcones y ventanas de nuestras casas? A lo peor, se refiere a otro tipo de tradiciones y obliga a cerrar bares y locales de regocijo público o poner en las radios de la localidad música sacra. A saber si le parece que hay pocos capirotes, manolas y santos sueltos por la ciudad. Estos del PP, da igual que sean nuevos recién llegados o usados y veteranos, no sorprenden, siempre con las mismas matracas. Lo tienen claro en la localidad, en donde les ha salido la incombustible cirujana con aires de aposentarse en poltrona, para preocupación no menor de unos socialistas a los que también preocupa el sobrevenido fenómeno médico.

La dirección del PSOE de Gijón solicita que la alcaldesa y el sidecar de IU paralicen el Plan de Movilidad, en contra del criterio del gobierno local, quieren desde la sede de Argandona guardar el documento en un cajón y que la Corporación por llegar arregle el entujerto. Llos de IU, con su Ana Castaño al frente, quieren un poco más de estalinismo y piden contumaces que el próximo Pleno apruebe el texto durante este mismo mes.

Se han terminado, por fin, las exhibiciones beatas de los recalcitrantes católicos que pasean, a veces acompañados de fuerzas armadas, sus santos ensangrentados y vírgenes en ocasiones apuñaladas. Ocupan algunas de las calles de nuestra villa marinera, como si esto fuera la Campana sevillana y los paseantes, a su paso, detienen su marcha, más que nada educadamente para no entorpecer a esas peculiares personas ataviadas con capirotes bien encasquetados o disfrazadas de hispánicas manolas de riguroso luto. Aumentan los visitantes en la ciudad y a eso lo llaman gran éxito de público, como si el fervor religioso, que también se puede vivir en la intimidad, según sus libros de referencia, tuviera que medirse como una función de teatro, que, en realidad, es lo que son esas procesiones. Deberían pagar un impuesto municipal por ocupación de la vía pública, interrupción del tránsito y trabajo extraordinario de los agentes de la policía local, pero se tiene con ellos la consideración que no se tiene con otros ciudadanos y la broma les sale gratis. Si el resto de confesiones religiosas que operan en la ciudad hicieran lo mismo, entre desfiles carnavalescos, pruebas deportivas y marchas religiosas, a más de alguna que otra manifestación laboral no habría días en el año. Pensemos en imponer alguna tasa municipal.

Pulsa para ver más contenido para ti