La Gala de Carmen Elvira: una oda a la hermandad
El clásico gijonés vuelve al Teatro Jovellanos por primera vez desde la pandemia
Antes de levantar el micrófono para dar las gracias a todas las bailarinas, músicos, profesoras e incluso gimnastas que colaboraron para la 34ª Gala anual de Danza Carmen Elvira, Virginia Herrero se tomó un momento de silencio. Y en ese momento, su mirada reflejó algo claro: orgullo. Por el programa dinámico que orquestó para celebrar la vida de Elvira, su madre y fundadora del Centro de Danza Karel, pero más allá, lo que ha preservado en el mundo de la danza en Asturias tras su muerte repentina en 2002: una hermandad.
El viernes pasado, la gala, organizada por el Centro, invitó a una variedad de géneros de danza, música, y cultura. Desde una Jota Aragonesa a coreografías modernas musicalizadas con Jailhouse rock de Presley y América de West side story de Bernstein, hasta la recreación de una escena de "La casa de Bernarda Alba", que rápidamente se transformó en un duelo de baile entre Adela (interpretada por Candela Heredia) y Martirio (Virginia Herrero), por no mencionar el final donde las alumnas de Karel bailaron detrás de las acrobacias del Real Grupo de Cultura Covadonga, no hubo un momento sin entretenimiento. Fue una noche que pocos olvidarán.
No obstante, un evento de este calibre no se materializa así como así. Requiere dedicación, una atención meticulosa a los detalles, y sobre todo, la voluntad de creer en algo más grande que uno mismo. Antes de levantar el micrófono para hacer las últimas correcciones de la apoteosis, El gran showman, Herrero también estaba pensativa. Durante el ensayo del jueves, la directora del Centro mostró un don para ajustar los matices entre una multitud de más de 50 estudiantes; quiere que sean las mejores versiones de sí mismos en el escenario. Y el trabajo duro da sus frutos. Las alumnas de Karel bailaban con confianza, en sincronía, y con una sonrisa en sus caras; parecían divertirse tanto bailando los números como nosotros viéndolos.
Sin embargo, quizás fue el solo contemporáneo interpretado por Elisa González el que resultó más llamativo. Su pieza, Mi mar, el único en su estilo, triunfó por su simplicidad – una mujer, un escenario y un fondo azul – que dio a la antigua alumna de Karel una oportunidad de demostrar el control profundo que ejerce sobre su cuerpo. A través de sus dobles-vueltas, glissades, y volteretas, empezó a parecerse a una ola de este mar.
Pero al final, la unión creada y compartida por las bailarinas a lo largo del programa fue lo más emotivo. Las alumnas, de Karel, del Centro de Danza Teresa Tessier, del Ballet Principado de Asturias, Las Free Dancers, y todas las demás, bailaban por algo más que su orgullo, sus profesores, o para recordar a Elvira: bailaban la una para la otra. Hermandad.
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