Opinión
Asturias, paraíso natural... del golf
La burbuja inmobiliaria que sufre Gijón por la compra de segunda vivienda
Durante los años que viví en Estrasburgo, capital de la Alsacia, me sorprendía siempre la llegada de la primavera por el estallido de colores que se producía en muchas de sus villas, algunas ya de por sí guapísimas. Un reventón floral en forma de maceteros, tiestos, jardineras y todo tipo de soporte que pudiera albergar a los primaverales elementos.
Era esa manifestación producto de lo que se conoce como Villas floridas de Francia, una iniciativa conjunta del Gobierno francés, los ayuntamientos y los productores de flores del país, y que con el esfuerzo tripartito logran embellecer sobremanera esos pueblos y ciudades, haciéndolos más atractivos para el turismo de lo que ya son, y, al mismo tiempo, manteniendo o incluso incrementando los puestos de trabajo en el gremio floral.
Viene esto a cuento de la noticia, no tengo claro que positiva, de que en España existen actualmente 340.000 pisos turísticos, cifra que no engloba a los muchos miles que funcionan sin declarar oficialmente su actividad y, por lo tanto, sin devengar fiscalmente. En Asturias la cantidad es muy inferior, se habla de 6.000, aunque creciendo exponencialmente según todos los indicios, y a esta deducción nos lleva la burbuja inmobiliaria que sufre en este momento Gijón, que, según las agencias, se apoya en la compra para segunda vivienda y alquiler.
Es un fenómeno que, muy probablemente, alegrará a los chigreros en general, pero que, aparte de la gentrificación sesgada que lleva a los barrios antiguos, de lo que Cimadevilla es un ejemplo, genera muy pocos puestos de trabajo, y esos no especialmente cualificados y, por lo tanto, de poco ingreso. Para hacérselo mirar.
Llegamos ahora al asunto del golf, en una ciudad, Gijón, que en tiempos del alcalde Areces, y en plena desindustrialización de la comarca y región, apostó por la creación de un campo municipal, que fue el primero en toda España, y que hoy cuenta con cuatro instalaciones en total, alguna, como el Real club de Castiello, de las más antiguas de la nación.
Una región, el paraíso natural, en la que coexisten unas catorce instalaciones golfísticas, casi todas en el área costera, que suponen un añadido a los atractivos de Asturias y que, sin duda, con la adecuada promoción por parte de los implicados, Principado, ayuntamientos y entidades, como en Francia, darían un salto de calidad, más allá del cachopo y la sidra, encaminándonos hacia unos objetivos alejados del turismo de masas hacia el que parece que algunos nos quieren dirigir.
Golf, que tenemos mucho, y cultura, que también la hay en abundancia, con la gastronomía, hacen una mezcla explosiva, y muy rentable. Ye lo que hay.
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