Opinión
Uso y abuso del genocidio
Una nueva ola de vacuidad política
Todas las palabras son importantes, sin excepción, aunque algunas contienen en su interior connotaciones que van más allá de las personas y de los tiempos. Una de ellas es la que da pie a esta tribuna, el genocidio; estos días en boca de muchas personas, individuos y personajes, pero que la RAE define como "exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad", con lo que "fija", de acuerdo con los objetivos de su existencia, el alcance de la palabra. Para todos en España, incluso para los políticos.
La izquierda populista, en la que también parece encuadrarse el principal partido de nuestro Gobierno, como mostró el sábado en Oviedo la ministra de Defensa, se ha lanzado en una campaña, teóricamente de apoyo al pueblo palestino, aunque beneficie a los terroristas de Hamás, en la que el uso del término genocidio sirve para justificar el mensaje y también las acciones políticas, incluso las de carácter internacional, y ya de paso la demonización de la oposición, no suficientemente alineada con esas tesis.
La crisis, iniciada con el ataque terrorista a Israel, el único país democrático de la región, con 1.139 muertos y 245 secuestrados, la mayoría civiles y muchos de ellos niños, derivó, como buscaba Hamás y su patrocinador Irán, en un cruento combate en población –el más difícil y mortífero entre las modalidades que la guerra desarrolla– del que los civiles de Gaza son las principales víctimas. Pero eso no es un genocidio.
Genocidio fue el ruandés, el más reciente; también el del pueblo armenio en 1915 a manos de los turcos, y, sobre todo, el de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, con dirección nazi y cooperación de muchos en muchos países, no sólo en Alemania. Ye lo que hay, y es imposible de cambiar. Por eso debiera llamar la atención el uso y abuso del término por parte de la izquierda populista.
A mí, qué quieren que les diga, me recuerda aquel "No a la guerra", secundado por la tropa de la ceja en el casi lejano 2003, con ocasión de la Segunda guerra de Iraq, y que dio para un magistral libro de Gustavo Bueno, "El pensamiento Alicia", en el que describía la inanidad del pensamiento político del singular personaje, Zapatero, cuya elección para dirigir el Gobierno de la nación en dos ocasiones da perfecta cuenta de la clase de sociedad que somos.
Esta nueva ola de vacuidad política nace, como muchas otras, en esas universidades norteamericanas, antes templos de excelencia y hoy carcomidas por el pensamiento woke, que llega después a Europa, donde una generación estudiantil huérfana de conceptos la abraza sin saber qué hay detrás.
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