Opinión

40 de mayo

Escenas de ciudad

Este pasado domingo era la víspera de esa fecha mítica. Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, que dice el sabio refranero español, y por las calles de Gijón podía apreciarse perfectamente que el personal andaba en confusión; por muchas razones.

Había muchos lugares y situaciones para apreciar el estado de esa enajenación en una mañana que lejos de ser esplendida, en cuanto al tiempo, parecía llenar de dudas el ánimo de los andantes. Unos paseantes que eran multitud allá por todos los rincones, pero que expresaban especialmente lo extraño de la situación en un Muro de San Lorenzo en el que podía apreciarse personal en camiseta al lado de otros que portaban sin problema el anorak del pasado invierno, y distinguir a los auténticos playos por el paraguas preventivo que portaban en mano. Un muro atestado de gente que miraban, de reojo algunos, y ávidamente la mayoría, hacia ese arenal en bajamar, con una inmensidad de metros cuadrados vacíos de cuerpos tostándose al sol, que es lo que tocaba a estas alturas, y con una Escalerona rindiendo honores al Sporting, algo que no ocurrió con la Enseña nacional con ocasión del Día de las Fuerzas Armadas.

Quizás la estampa más triste la daban aquellos que rodaban sus maletas de fin de semana por el paseo, con una expresión entre mustia y enfadada, como si alguien les hubiese engañado en relación con la prometida "Florida" del norte; esa Asturias que algunos columnistas pintan con un risueño futuro turístico gracias al cambio climático. Esos miraban el arenal como el preso que mira la campiña desde su celda. Ye lo que hay, dirán algunos.

El resto de la ciudad, rebosante hasta el último rincón, sin un hueco en la más humilde de las terrazas, con cafés, sidrerías y garitos atestados por todas partes, daba idéntica imagen; hasta parecía que hubiera aglomeración para votar subiendo por la calle La Merced, en la mesa electoral que allí se ubica. Era la ciudad una expresión viviente y dinámica de aquel "todos a la calle", que supongo que alguien habrá gritado alguna vez en alguna parte. Como si quedarse en casa fuese un pecado, en esa víspera de fecha tan mítica.

El caso es que hoy ya estamos en ello, y el sol parece jugar con nosotros, sonriendo a ratos, y otros mostrándose esquivo, y siempre con un nordestín que mantiene a raya a los bañistas. Ni siquiera el Sporting pudo arreglar la jornada ayer, pues el resultado huele más a debacle, o a cadáver si se prefiere, que a otra cosa.

Cuarenta de mayo, recordando aquellos otros tiempos, cuando llovía, y en el Muro había espacio de sobras.

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