Ana, Isabel, Marta, Verónica y Raquel, el buen nombre del afuegal' pitu

La Borbolla, Ca Sanchu y Temia son sinónimo de calidad y tienen al frente a la segunda generación, mujeres que decidieron apostar por el negocio familiar y el territorio de origen

Las hermanas Isabel y Ana García Martínez son la segunda generación de la Quesería La Borbolla, que puso en marcha su madre Mari Luz Martínez. Marta Fernández recogió el testigo de su progenitora, Filomena Martínez, en Ca Sancho, la quesería de Ambás. Las matriarcas fundadoras de estos dos negocios e impulsoras de la producción de afuega’l pitu en Grado, ya jubiladas, son hermanas y, por tanto, sus hijas, actuales responsables, son primas. Todas se criaron viendo hacer queso. Otras dos hermanas Verónica y Raquel Álvarez, también tomaron el relevo en Temia. La primera es nuera de Oliva Fernández, ya fallecida y figura indispensable en la historia de la recuperación y promoción de este queso. Las mujeres ahora al frente de estas empresas que son forma de vida y apuesta por el lugar de origen son ejemplo de excelencia en el compromiso que decidieron adquirir con un legado familiar. En la tradición heredada no solo están los secretos de la elaboración, sino la de los valores del esfuerzo y el amor a lo propio. Lo que producen son cuatro variedades de una delicia (atroncáu blancu, atroncáu roxu, trapu blancu y trapu roxu) y con las cinco es un gusto hablar por la pasión que ponen en lo que hacen a juzgar por cómo lo dicen y cómo sabe lo que venden.

Las hermanas Ana e Isabel García, en el mercado de Grado.

Las hermanas Ana e Isabel García, en el mercado de Grado. / P. T.

Isabel y Ana García no faltan a su cita con el mercado dominical de Grado. Además de en este punto, que suele dar buenas ventas, distribuyen a través de pequeñas tiendas y tienen comercio online para la Península y las islas, un canal «que va poco a poco creciendo». Aunque son jóvenes, llevan ya dos décadas al frente de la Quesería La Borbolla, donde trabajan con unos 180.000 litros de leche al año y producen 70.000 kilos de queso. Un atroncáu (hecho en molde) lleva unos dos litros y medio y uno de trapu (hecho en un paño que se anuda y se cuelga) tres litros y medio o cuatro... Todo son cantidades aproximadas, no exactas, porque varían.

«Mi madre siempre hizo afuega’l pitu. Repartía también leche y cuando empezó a venir la embotellada le sobraba y comenzó a hacer los quesos para vender en el mercado. La creación de la quesería, como tal, yo creo que hablamos de hace unos 45 años. Y cuando llegó la jubilación la cogimos mi hermana y yo», explica Isabel. Ella y Ana son tituladas universitarias. Pero acabaron de estudiar y decidieron apostar por el negocio familiar. Ha sido su forma de vida desde entonces y en ello siguen, esperando que el afuega’l pitu «siga creciendo». «Creo que, pese a como está todo ahora, a la gente todavía le interesan los productos de calidad», añade.

Marta Fernández, con varios quesos de maduración especial.

Marta Fernández, con varios quesos de maduración especial. / LNE

En Ca Sancho, marca de los quesos que ahora produce Marta Fernández desde Ambás, la quesería arrancó a principios de los años ochenta del siglo XX, aunque quesos se hacían mucho antes, de «siempre» en la familia de su madre, Filomena Martínez. Marta, que hizo carrera universitaria, viajó y trabajó fuera antes de volver a su localidad natal, está desde hace más de una década en el negocio familiar, junto a su pareja Xel Díaz. A los dos se les ve también cada domingo en el mercado de Grado. En piezas, por dar una cifra aproximada, pueden producir unos 1.400 quesos semanales. Venden también en «tiendinas pequeñas» y reparten en la zona centro y algún concejo de alrededor porque lo hacen ellos mismos. Están presentes en la feria de la Ascensión, en Oviedo, y en la Feria del Queso y el Vino de Avilés, además de participar en eventos de la Asociación de Queseros de Asturias, de la que forman parte.

Marta vio hacer queso en casa desde pequeña, aunque también «siempre estuve estudiando y estuve fuera». Pero «tenemos el chip ese de familia tradicional de ayudar en casa toda la vida, los veranos a la yerba y si había una feria estabas al pie de lo que era el negocio». «Después ya vine con Xel y cogimos nosotros la quesería. Aunque lo vieras siempre, también tienes cosas que aprender y es un aprendizaje diario», explica. Es una forma de vida que requiere esfuerzo –son productores, distribuidores, vendedores en mercados y ferias y gestores de mucho papeleo relacionado con la empresa–, pero que da satisfacciones. «Estamos contentos porque el producto gusta. El otro día fuimos al certamen de Morcín y vinimos para casa sin apenas mercancía, porque se vendió casi todo», señala.

Las hermanas Verónica y Raquel Álvarez.

Las hermanas Verónica y Raquel Álvarez. / Q. T.

Del certamen de Morcín del pasado 22 de enero se trajeron las tres queserías mosconas un «sacáu» de distinciones. Entre otros, en los primeros premios hubo pleno moscón en tres de las cuatro variedades: con el Atroncau Roxu, que se llevó La Borbolla, con el Roxu de Trapu, que logró Ca Sanchu, y con el Blanco de Trapu, que fue para Temia.

Al frente de esta última quesería están las hermanas Verónica y Raquel Álvarez. No están en el mercado moscón, pero sí en otros de la región y venden en tiendas de barrio, desechando los lineales de grandes superficies, como ocurre también con los otros dos productores moscones. En Temia se hizo un gran trabajo por recuperar la variedad de trapu, que antes «encajaba peor en el mercado» por su mayor coste además de suponer una mayor laboriosidad en la elaboración. «Pero fuimos metiéndolo», explica Verónica.

Ella y su hermana Raquel son segunda generación de la empresa. En camino viene una tercera, la del hijo de Verónica, que tiene 14 años y mucho aprecio por el legado de su abuela Oliva Fernández Tamargo y de su padre Francisco Sánchez Fernández, «Fran», fallecido hace unos años, y que tanto hizo por la recuperación y promoción de esta especialidad quesera. Pese a la subida de los costes de producción actuales, en Temia se incide en el hecho de que el afuega’l pitu tiene una Denominación de Origen Protegida, de la que forman parte las tres queserías de Grado. «Estamos dentro de una DOP y eso ayuda, abre puertas que hay que aprovechar», destaca.