María Arellano, histórica comerciante de Grado, cierra su tienda por jubilación: "Me va a costar mucho"

"He tenido que hacer medio de psicóloga", afirma la moscona, que trabajó en el negocio de su madre antes de abrir uno propio en 2008

María Arellano, en su tienda de la calle Alonso de Grado. | LNE

María Arellano, en su tienda de la calle Alonso de Grado. | LNE / Angela Rodríguez

Ángela Rodríguez

Son muchos los comercios históricos en la villa de Grado. Entre ellos, el de María Arrellano. Más que una tienda de ropa en el corazón de la villa, una forma de vida para esta emprendedora, que, en puertas de la jubilación, puede presumir de haberse dedicado a lo que le apasiona. "Elegir un trabajo que te guste para no trabajar ni un solo día de tu vida" es algo que la moscona llevó al pie de la letra, aunque de esfuerzo y sacrificio también sabe mucho.

"Me encanta la tienda. No es un trabajo. Levantarse y pensar en ir a abrirla me gusta. Me va a costar mucho no hacerlo más, la verdad. A nivel psicológico, sobre todo", reconoce Arellano. Este mes es el último que la tienda tendrá abiertas sus puertas, con numerosos artículos en liquidación. Y es que la emprendedora se ve obligada a jubilarse por complicaciones de salud.

"Mi padre tenía una tienda en la plaza, que era de mis abuelos. Mi abuelo era relojero y lo mismo vendían pulseras de oro que un paraguas o ropa de marca. Incluso alpargatas y algo más de ese tipo de calzado. Cuando yo tenía seis años, mi madre abrió la tienda Arellano, en la carretera general. Y en ella estuve hasta 2008, año en que abrí con mi marido la actual, al lado de lo que era el Maijeco", explica.

Tamargo de apellido paterno, la moscona se quedó con el Arellano de su madre. "Mi madre es de Navarra. Conoció a mi padre en Asturias y se casó con 21 años. Se metió en la tienda sin conocer este mundo. Mi padre sí, ya que toda su familia tenía algún negocio", relata la vendedora.

A sus 59 años, es, desde hace tiempo, una institución comercial en la villa moscona. La ropa de primera calidad que vende, de treinta fabricantes distintos, y el trato sincero y cercano hacen de ella una figura indispensable para muchos clientes.

"Viene mucha gente de fuera, porque tenemos cosas que no encuentran en ningún otro sitio. Estamos especializados en gente mayor, pero vestimos a abuelas, madres e hijas. Ropa de mujer y hombre, incluso también tenemos algún zapato masculino", destaca. Y es que de su tienda, se sale completo y renovado. "Hay muchas clientas que ahora me riñen y me dicen ¿dónde voy a comprar yo a partir de ahora? Si me preguntan mi opinión, digo la verdad. Prefiero que no me compren nada a que vayan mal con lo que llevan", asegura la comerciante.

"Sácame algo para mí" es una de las frases que más escuchó durante décadas tras el mostrador. "Tienes que hacer medio de psicóloga", bromea. Aunque si le preguntan por la esencia del buen comerciante lo tiene claro: esa misma psicología. "Lo primero es saludar con la misma cara, que compren o no, te quedes igual. La gente lo nota y lo aprecia", concluye Arellano.