Oviedo, E. FUENTES

La violencia étnica que desde la noche del pasado miércoles se abate sobre la república ex soviética centroasiática de Kirguistán ha causado ya al menos 125 muertos y 1.600 heridos, además del éxodo de unos 75.000 ciudadanos de la minoría uzbeka enfrentados a los mayoritarios kirguises. De ellos, unos 60.000 se encuentran ya en Uzbekistán. La sangre y el peligro de desestabilización de una región de gran importancia geoestratégica -reforzada por la guerra de Afganistán- han movido a Rusia y a sus aliados regionales a tomar cartas en el asunto.

Mientras sobre el terreno líderes improvisados de kirguises y uzbekos tratan de llegar a un acuerdo que ponga fin a los enfrentamientos, en Moscú la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), de la que junto a Rusia forman parte Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, se reunió de urgencia para adoptar una serie de medidas, que no descartan la intervención militar. La OTSC considera insuficientes las medidas adoptadas por el Gobierno kirguís, que ha movilizado a hombres de hasta 50 años con experiencia militar y ha autorizado a las fuerzas de seguridad a disparar a matar.

Rusia hizo oídos sordos el pasado viernes a una petición del Gobierno provisional kirguís, totalmente sobrepasado por los acontecimientos, para que enviase tropas. Sin embargo, el sábado decidió desplegar un batallón de paracaidistas para proteger sus instalaciones militares en el país.

«La OTSC cuenta con los recursos necesarios para actuar en estas situaciones, ya sea un contingente de paz, ya sean fuerzas colectivas de reacción operativa o fuerzas colectivas de despliegue rápido en la región de Asia Central», indicó el secretario general de la organización, Nikolái Bordiuzha, citado por la agencia Efe.

En las principales cancillerías del mundo, el conflicto kirguís causa preocupación por su potencial explosivo. La alta representante de la UE, Catherine Ashton, advirtió de que el brote de violencia es «muy peligroso» para la región y dijo que está en contacto con Rusia sobre las medidas para rebajar la tensión.

China ha comenzado a evacuar por vía aérea a sus ciudadanos en Kirguistán, a la vez que la Cruz Roja alerta de que la situación sobre el terreno es mucho más grave de lo que parece desde el exterior, ya que hay heridos por doquier que no se atreven a acudir a centros médicos por miedo a ser atacados.

Cruz Roja estima que al menos un centenar de cadáveres han sido enterrados sin pasar por las morgues. Eso sin contar los que yacen sin haber sido recogidos o los carbonizados en incendios. La organización humanitaria ha establecido un dispositivo de ayuda para alimentar a unas 100.000 personas durante un mes.

El ministerio del Interior kirguís indicó que la situación es «tensa» en las ciudades sureñas de Osh, donde se encendieron las primeras llamas, y Jalalabad. En Osh, según pudo comprobar la agencia Reuters sobre el terreno, se registraron disparos ayer en zonas residenciales de la ciudad.

Anoche, el balance de muertos y heridos superaba ya holgadamente el de los disturbios de principios de abril en la capital, Bishkek, que desencadenaron el derrocamiento del entonces presidente, Kurmanbek Bakiyev, cuyo principal feudo se encuentra precisamente en el sur agrícola del país.